La historia del pueblo de Mornese nos enseña el valor de la fe y la devoción. Ante las dificultades y las adversidades, María Auxiliadora se presenta como una madre amorosa y protectora, siempre dispuesta a interceder por sus hijos. Don Bosco nos narra la historia del pueblo de Mornese, en Italia, y su profunda devoción a María Auxiliadora como Patrona del Campo. A través de una serie de milagros y favores recibidos, los habitantes de Mornese experimentaron el poder intercesor de la Virgen y consolidaron su fe en ella.

La fe puesta a prueba
Mornese, como muchos otros pueblos, se vio afectado por la criptógama, una enfermedad que durante más de dos décadas devastó sus viñedos, principal fuente de riqueza de la región. Ante esta situación desesperada, los campesinos de Mornese, inspirados por la fe y la esperanza, decidieron encomendarse a María Auxiliadora.

Promesa y milagro
Con la promesa de ofrecer una décima parte de su cosecha a la construcción de la iglesia dedicada a María Auxiliadora en Turín, los habitantes de Mornese imploraron su protección. Y, para su asombro y alegría, su fe fue recompensada con una cosecha abundante, como en tiempos de bonanza.

Gratitud y devoción
Llenos de agradecimiento por la gracia recibida, los Mornesinos no solo cumplieron su promesa, sino que también decidieron realizar una peregrinación a Turín para rendir homenaje a María Auxiliadora. Cuarenta padres de familia, encabezados por el alcalde y un sacerdote, emprendieron un viaje de setenta millas para presentar sus respetos a la Virgen.

A su llegada a Turín, los campesinos de Mornese causaron gran impresión por su sencillez y profunda fe. El sacerdote D. Domingo Pestarino, quien los acompañaba, pronunció un discurso en el que relató los numerosos favores recibidos por intercesión de María Auxiliadora, incluyendo la protección durante la guerra, la liberación de plagas y la cosecha abundante del año anterior.

Un nuevo milagro
Sin embargo, la fe de los Mornesinos fue puesta a prueba una vez más cuando una granizada amenazó con destruir sus cosechas. En todas las casas, de todas las bocas se invocaba el nombre de María Auxiliadora; pero como el granizo continuó durante más de quince minutos, blanqueó el suelo como lo hace la nieve cuando cae durante mucho tiempo en la estación invernal. Algunos labradores pasaron por allí y al ver la consternación que aparecía en los rostros de todos: - Vayan, dijeron con malicia, Vayan a María Auxiliadora, para que les devuelva lo que el granizo les ha quitado - No hables así, replicó uno de ellos con sabiduría: María nos ayudó el año pasado, y por eso le estamos agradecidos; si este año continúa con sus favores tendrá más motivos para nuestra gratitud. Pero si Dios nos encuentra dignos de castigo, diremos con el santo Job: Dios dio, Dios ha quitado, bendito sea su santo nombre. siempre. - Mientras se pronunciaban tales discursos en la plaza pública, en cuanto cesó el granizo, uno de los principales terratenientes de la ciudad se acercó jadeando y gritando en alta voz: "Amigos y hermanos, no se inquieten, el granizo cubrió nuestras tierras, pero no hizo ningún daño. Vengan y vayamos a ver cuán grande es la bondad del Señor.

Afianzamiento de la devoción
Este nuevo milagro consolidó aún más la devoción de los Mornesinos hacia María Auxiliadora. Con gran alegría y gratitud, regresaron a su pueblo, llevando consigo un recuerdo imborrable de la bondad y el poder de la Virgen.

Tomado del escrito original de Don Bosco "María Auxiliadora con el relato de algunas gracias obtenidas"

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