Queridos hermanos, espero que se encuentren bien y que la paz de nuestro Señor Jesucristo esté siempre con ustedes. Quiero compartirles algunas reflexiones que surgieron tras el último acontecimiento que viví junto a mis hermanos de comunidad en CRESCO. Espero que estas palabras sean de provecho para todos.
El 13 de enero, tuve la gracia de celebrar mi séptimo aniversario como Consagrado, al igual que mis hermanos Cristian López, Jorge Tec y Víctor Tiul. Y el 24 de enero, con algunos hermanos de CRESCO, pude renovar mi opción de vida como Salesiano de Don Bosco. Durante la eucaristía, el padre Filiberto González Plasencia, Inspector de MEG, compartió con nosotros un pensamiento que me impactó profundamente: “Lo que ustedes están haciendo es una renovación de su opción de vida, respondiendo al amor de Dios que los ha amado primero, reconociendo que su amor puede llenar por completo sus vidas” (cfr. Constituciones 62).
Estas palabras me hicieron recordar a mi maestro de novicios, el padre Armando Álvarez (COM), quien cada noche, al comenzar el examen de conciencia, nos preguntaba: “¿Soy consciente de que Dios me ama, me llama y me transforma?”. Esa pregunta quedó grabada en mi corazón, y hoy, siete años después de mi Primera Profesión, estoy convencido de que Dios nos ha llamado, a cada uno de nosotros, por amor. Se trata de un amor filial que nos lleva a entregarnos por completo, porque amamos.
Cuando hablamos de vocación, pensamos en el Amor. Ese amor de Dios que nos ha amado primero (cfr. 1 Juan 4,19), nos ha llamado y nos invita a este camino de santidad y transformación. Este es el corazón de nuestra consagración religiosa, y lo decimos en la Fórmula de la Profesión, cuando, dirigiéndonos al Padre, pronunciamos: “Como respuesta al amor de Jesús, tu Hijo”. Es así que Dios nos ama desde antes de nuestro nacimiento, nos llama para entregarnos en el trabajo por los jóvenes y nos transforma para darles a conocer las riquezas insondables de su Amor (cfr. Constituciones 34).
Hermanos, les invito a dejarnos tocar por este amor, para poder amar a los demás, especialmente a los jóvenes, como lo hizo Don Bosco.