Fotografía con permisos de autor en línea. La invitación para escribir estas líneas me llegó de manera providencial y cercana, tan cercana como la cena en la mesa de mi casa. Así que esta será la sintonía de este blog que hoy comienzo: la cercanía y la intimidad de casa.


No es únicamente una satisfacción para mí iniciar este espacio, es también un reto y una responsabilidad, pero las asumo con entusiasmo, porque se convierten en una manera de verme a mí misma y de obligarme a actuar de manera coherente con lo que aquí expongo, (y que muy interiormente vivo proponiéndome casi cada día). Así que, sin demoras, comencemos: El tema que me tiene aquí es la convivencia en una familia compuesta.

 Estoy casada, y con mi esposo tenemos un pequeño en común que tiene 2 años 8 meses y su hermano mayor, Fernando, que está por cumplir 8 años (tenía apenas 3 ó 4 cuando yo lo conocí).

Pues bien, para ir al grano, les confieso que si ya es difícil lograr la armonía en una familia tradicional, en la cual los padres se adaptan como pareja durante un tiempo antes de embarcarse a la aventura de criar hijos, créanme que es mucho, muchísimo más complejo hacerlo cuando la tarea de los hijos ya ha comenzado, llega repentinamente y además, hay que conciliarla con miembros externos al propio hogar (en casos como el mío, en que el otro progenitor del niño aún vive y es responsable de él).

No es que sea una tarea imposible o que no resulte gratificante. Simple y sencillamente es difícil y muchas veces se nos olvida que las cosas en esta vida cuestan; principalmente, cuando el objetivo es tener una familia como Dios manda, pues hay que recordar cada día que no es algo gratuito, sino un esfuerzo permanente. Y una bendición que hay que honrar.

Cuando aún era novia de mi esposo y llegó el día de conocer a su hijo, temía cómo iba a llevarme con él y si iba a pasar la prueba con ambos. Una vez la relación fue avanzando, los temores cambiaron a cómo llevaría el tema de la mudanza y entender que su papá haría una nueva familia y dejaría de ser soltero. El siguiente fue acerca de la llegada de su hermano, de cómo hacer para que no se sintiera desplazado.

Para hacer bien el primer paso, el de introducirme a la dupla papá-hijo, decidimos esperar unos cuantos meses hasta estar de acuerdo en que teníamos un noviazgo estable. Nos conocimos en un lugar neutro, es decir ni en su casa ni en la mía: en un restaurante de comida rápida con juegos infantiles. Al cabo de un par de salidas juntos, los visité en su casa y, luego de otro par de visitas, los invité a la mía y así me introduje a su mundo.

Para el momento de la mudanza, ya había pasado más de un año, así que nos sentamos juntos para que mi esposo explicara el cambio y que juntos seríamos una nueva familia. Contestamos con claridad y honestidad todas las preguntas. Enfatizamos en los aspectos positivos de estar juntos y también en las ventajas físicas del nuevo hogar (paseos juntos, tener una nueva persona pendiente de ambos, lugares divertidos cerca de la nueva casa, etc.)

A la hora de la llegada del hermanito, siempre me he dicho que he tenido suerte de contar con entrenamiento previo, ya que durante el noviazgo con mi esposo, Fernando se convirtió en hermano mayor por parte de su mamá. Así que, aunque sí era una situación nueva en la casa de su papá, no sería un acontecimiento completamente desconocido en su vida.

Hicimos lo que en todos lados recomiendan los psicólogos ante la llegada de un nuevo hermano a casa: hablar acerca de lo hermoso que es convertirse en hermano mayor, que al principio tendremos que cuidar a un bebé y que poco a poco se irá convirtiendo en un cómplice de juegos y, por supuesto, el hermano menor vino con una hermosa carta y un reluciente carro rojo de carreras para jugar.

Así comenzamos.  No es tan rápido y fácil como está escrito. Tampoco es divertido todo el tiempo. No marcha siempre sobre ruedas, pero tratamos de hacerlo lo mejor que podemos. Ya tendré espacio para hablar de eso en las próximas entradas en este espacio. Por el momento, espero sus comentarios, aportes y consejos. Hasta más adelante.

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