Por Cahvezonico de FlickrFree La vida familiar tiene muy poco que ver con las estampas que nos bombardean por todos lados los medios de comunicación. ¿Por qué? Pues porque en ellas siempre salen parejas perfectas físicamente y parece que todo lo tienen a su alcance (tecnología, diversión, comida, una casa maravillosa, por ejemplo) y por eso ríen de manera tan despreocupada.
 
No es que eso esté mal o que no sea posible ser feliz en medio de carencias o adversidades y aquí es donde llego al punto que quería compartir con ustedes esta vez. Para amar hacen falta sacrificios, renuncias, entregas. Y, en medio de todas ellas, claro que también hay alegrías porque consolidan el amor.
 
A continuación, les punteo algunas de las entregas o sacrificios que yo he tenido que hacer para mi familia.:
 
El hijo de mi esposo estará antes que yo. Parece una sentencia rígida y seguramente habrá quienes no la compartan, pero cuando integras una familia en la cual tu pareja ya tiene hijos que no son tuyos, ellos siempre tendrán un lugar especial que no debe confundirse, invadir ni generar competencia. Voy a ilustrar: podemos tener planes para cenar juntos o para una salida con mi familia o amigos, pero si Fernando se enferma, surge una emergencia con él, o simple y sencillamente tiene necesidades y costumbres diferentes, los planes pueden cambiar o variar un poco y deben tomar en cuenta las necesidades del niño para que sienta siempre la calidez de la familia. Yo trato de recordarme todo el tiempo esta realidad y también intento llevarla a la par con el mandato de amarnos y cuidarnos como esposos por sobre todas las cosas, ya que de esto depende el bienestar de nuestros hijos. ¿Difícil? Algunas veces. La tarea de mi esposo: Validar también mis sentimientos y deseos, para encontrar soluciones satisfactorias.
 
La disciplina y tiempo libre son compartidos. Lo que quiero decir con esto no es únicamente que debo entender que yo tengo que ceder parte de mi tiempo y conciliar las decisiones importantes con mi esposo. En mi caso, Fernando vive con su mamá y él nos visita una vez a la semana y duerme con nosotros dos fines de semana enteros al mes. Entonces, los responsables primeros de la disciplina y decisiones importantes sobre su vida son sus papás, no yo. Esto demanda tener claros el respeto y los límites porque las salidas de vacaciones en familia, por ejemplo, tengo que planificarlas con base en los días en que Fernando pasará con nosotros, y eso lo deciden mi esposo y la mamá de Fernando. Lo que necesito de mi esposo: Que tome en cuenta mis opiniones y decisiones para garantizar la paz y que las normas acordadas, no riñan con la disciplina que pactamos para nuestro hogar.
 
El presupuesto familiar tiene una partida intocable para el hijo de mi esposo. Las decisiones financieras son de vital importancia para lograr acuerdos en pareja, esto porque de ellas dependen muchos beneficios que van desde comida, colegio y médico, hasta regalos para piñatas y cenas con amigos. Pues a todo eso hay que agregar una cantidad mensual y fija para suplir las necesidades de Fernando en la casa de su mamá. Aquí no hay matices para aclarar, porque no puede ser de otra manera. El recordatorio para mi esposo: Tomar en cuenta las necesidades de todos para distribuir de manera equitativa los ingresos.
 
La disciplina en mi hogar es una sola y las reglas las acordamos los papás y las siguen los hijos. Esto aplica al hijo en común y al de mi esposo y no significa que reñirá con las decisiones que toman los papás de Fernando, esto únicamente quiere decir que la disciplina y reglas de mi hogar se aplican a todos por igual, porque todos somos miembros de una misma familia. Sería muy complicado tener que establecer reglas diferentes para cada uno de los niños, pero, principalmente, sería un trato desigual que rayaría en lo injusto entre hermanos y les haría sentir diferencias y malentendidos sobre el amor que les tenemos. Lo que le pido a mi esposo: que juntos decidamos la disciplina a impartir y pongamos reglas, que haga cumplir esas reglas a ambos niños por igual, también es vital la constancia. 
 
El hijo de mi esposo no es tan mío como de él. Aquí quiero decir que aunque debo tener claro mi rol y mi papel, con respecto a Fernando (no soy su mamá, soy su amiga, la esposa de su papá y quien le ayuda y apoya en la crianza), tengo que abrazarlo y amarlo como parte de mi núcleo familiar primario, como hijo de mi esposo y hermano de mi hijo, ambos hijos en este hogar. Lo que espero de mi esposo: que le enseñe a su hijo que yo también soy figura de autoridad y respeto en casa y que propicie espacios para que Fernando y yo compartamos juntos y estrechemos nuestra relación.
 
Bueno, gracias a los que llegaron hasta estas líneas, espero que tengan opiniones al respecto y me las hagan. Gracias a todos los que leyeron mi post anterior y ojalá algo de lo que hoy les he compartido sea de su utilidad. Un abrazo fraterno, hasta la próxima.
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