
Cuando digo que me gustaría que fuera diciembre, lo hago más bien como un truco literario o cinematográfico en el cual pudiera estar allá adelante en el tiempo, al final de este 2013, recordando la manera en que he podido cumplir con lo que estoy a punto de trazarme como objetivo encima de las letras de enero.
En primer lugar, me imagino sentada bajo una sombra refrescante. Serena, pensando y disfrutando el hecho que de verdad he podido conseguir esa tranquilidad, satisfacción y sosiego conmigo misma. No es que no los tenga. Cuando pienso en situaciones cotidianas como el tráfico, disyuntivas laborales y otros inconvenientes familiares, veo que he respondido con paciencia algunas veces y tolerancia en otras. Pero también veo que todavía me hace falta avanzar terreno en ese camino, entonces es que me dan ganas de escribir sobre el lomo del pobre enero lo que haré al respecto a lo largo del año.
También me imagino muy enérgica en una típica jornada de súper mamá: el día comienza bien temprano tratando de dar a la familia el desayuno que necesitan y moviéndonos todos como notas musicales en una pieza bien hecha para salir a tiempo a los trabajos y colegios. Pero no. Soy tan humana que siempre me cuesta estar a las horas establecidas y un día hasta olvidé poner los calzoncillos en la mochila de mi hijito para su hora de cambio en el kinder, y también otro día no metí los calcetines, y casi nunca puedo lograr que desayunemos todos juntos en casa antes de salir. Entonces allí está la tentación de cargarle al pobre enero con la responsabilidad de enseñarme a lo largo del año a administrar mejor los tiempos.
También están los propósitos de salud, financieros, pareja, hijos y demás. Pero es en ese momento en el que detengo mis pensamientos. Porque nada es fácil ni gratuito. Mucho menos es justo esperar que las cosas lleguen como milagro. Para estar allá, en diciembre viendo cómo he aprovechado el tiempo, tengo que estar aquí primero, en enero y trabajando. Y no solo en enero, también en febrero, en marzo, abril y así hasta acercarme más a diciembre. Tengo que saber qué quiero y qué puedo para no frustrarme obligándome a cosas que no me salen (por las razones personales o externas o las que sean) y peor si las fuerzo.
Así que por el momento serán suficientes un par de cosas -las más fáciles quizá- para que los hermanos le echen la mano a enero y así no se quede tan gordo el pobre y no halle por donde comenzar y no alcance a llegar ni siquiera a la vuelta de página del calendario sin aire ni fuerzas. De paso hacemos trabajar también a julio, agosto, octubre y todos los otros meses del calendario.