Hijos que en el futuro de buenos frutos. Hace un par de entradas en este blog escribí que el juego infantil, la salud y fármacos eran temas importantes para toda madre. Les compartí algunas ideas sobre lo primero y dejé pendiente lo de los fármacos. Pues ahora quiero contarles lo que he leído y reflexionado sobre esto y la salud de nuestros pequeños. Todo a partir de un diagnóstico cada vez más frecuente: el déficit de atención y su variable con hiperactividad.

En algún sitio de este inmenso lugar llamado internet, leí hace un tiempo las conmovedoras palabras de una madre estadounidense cuyo hijo adolescente había muerto por una sobredosis. Recuerdo que fue sobrecogedor leer cómo esa madre confesaba en una de las secciones de The Huffington Post que el problema de su hijo con las drogas se había colado en sus vidas de la manera menos amenazante posible: el niño, desde el comienzo de su edad escolar, fue medicado para tratar su déficit de atención.

Este trastorno afecta la concentración, impulsividad e hiperactividad en los niños y cada vez más los padres de familia nos acostumbramos a estos términos. En el caso que les menciono, no es que la madre de este joven estadounidense culpara al déficit de atención, sino más bien hacía una reflexión sobre cómo habituamos a nuestros hijos con los medicamentos. Un niño con déficit de atención puede llegar a tomar al menos tres píldoras al día en casos moderados.

La madre del relato que leí, decía que su hijo se había metido en problemas con esos medicamentos en la escuela, que los vendía y llegó a descubrir que se había convertido en una especie de "dealer", ya que tenía el privilegio de poder comprar este tipo de medicamentos controlados, debido a su diagnóstico médico. Reconocía que su hijo no era un ángel, pero defendía el buen corazón de su muchacho y se atrevía a desafiar a los lectores que despotricaban contra su hijo.

Hablaba como una madre que conoce a su hijo con sus luces y sus sombras. Y también alertaba sobre algo importante: la familiaridad con la que metemos medicina a nuestras casas, a nuestros hijos y la manera en que les inculcamos que para cada estornudo hay un medicamento a tomar. ¿Qué tan inofensivo o saludable puede ser esto? Pues supongo que cada quien sabrá las reglas que funcionan en sus propios hogares y si eso amerita alarmarse. Sin embargo, me parece muy sabio reflexionar sobre los mensajes que damos a nuestros hijos con este tipo de situaciones. En el caso que les cuento, el mensaje que se había instalado en la mente del joven parece claro: las medicinas, los químicos, no son algo de cuidado ni de respeto o mucho menos exclusivo de médicos. Están a nuestro alcance y podemos consumirlos cuándo y cómo decidamos.

Sobre el polémico déficit de atención

Desde mi perspectiva como lectora curiosa, madre y periodista, puedo decirles sobre el déficit de atención que es un trastorno relacionado con la impulsividad, falta de atención e hiperactividad, que sus detractores dicen que es algo inventado para hacer millonarias a las farmacéuticas con la venta de los medicamentos y que los maestros y algunos padres abusan del tratamiento y su diagnóstico porque es más fácil educar y trabajar con niños adormecidos por la medicina. Sus defensores aseguran que es un trastorno no comprendido en su totalidad, que sí existe y que más o menos en un 80% de los casos la medicación les permite adaptarse a las exigencias y les ayuda a desenvolverse adecuadamente en los estándares sociales y escolares.

También están las posturas medias que no desacreditan el trastorno, pero consideran que su diagnóstico debe ser exhaustivo y que la medicación no es la única salida para el mismo. Consideran que la terapia puede ser de gran ayuda para que quienes lo tengan puedan aprender a conocerse, a no depender de un fármaco y a desarrollar habilidades para manejar su condición. Todo esto exige gran esfuerzo para padres y educadores porque se trata de acompañamiento y dedicación de todos los involucrados.

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De mi lado y para mi gaveta personal, puedo concluir que cada día aprendo que las decisiones que afectan la vida de mis hijos tengo que tomarlas con la seriedad que ameritan porque, por muy sencillas que parezcan, están definiendo la manera en que enfrentarán la vida.

No hay excusa para no informarse, y tampoco hay excusa para no aceptarlos como lo que son: nuestros hijos, con sus luces y sombras. Y lo más importante: recordarme cada vez que puedo que el trabajo de los padres es como el de los agricultores: cuidar y preparar el terreno para que los hijos puedan dar sus mejores frutos.

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