Un buen cristiano, el cuál de pentecostal paso a la Iglesia Católica, recientemente ha explicado por qué ha regresado de nuevo al protestantismo. Todo se resume en la frase: 'Solo la Biblia contiene la revelación o palabra de Dios'.
Yo hago la siguiente pregunta ¿dónde estaba la Palabra de Dios durante los más de 100 años que transcurrieron desde Pentecostés hasta que se formó el Nuevo Testamento? ¿Acaso no permaneció en la predicación de los Apóstoles y sus sucesores (lo que los católicos llamamos Tradición oral)? Adicionalmente, ¿quién hizo el discernimiento para elaborar la lista de los libros que constituyen el Nuevo Testamento, en el cual ciertamente reconocemos la Palabra de Dios?
Es útil, al respecto, leer los primeros versículos del Evangelio de Lucas. Y añado una cita de Juan 21,24-25: “Quedan otras muchas cosas que hizo Jesús. Si quisiéramos escribirlas una por una, pienso que los libros escritos no cabrían en el mundo”. Recordemos también que, en primer lugar, la Palabra de Dios es la persona de Jesucristo porque 'La Palabra se hizo hombre y habitó ente nosotros' (Jn 1,14).
Podemos añadir ahora el pasaje donde Jesús, al despedirse de sus discípulos, les promete el Espíritu Santo: “El Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Jn 14,26).
Esta promesa se cumplió en Pentecostés. Y da origen a la reflexión que siguió para la Iglesia primitiva. El Espíritu Santo guio el adecuado procesamiento de la cantidad información que se había acumulado en las mentes de los primeros cristianos: la persona del Jesús histórico llena de luces, pero también de enigmas; su pasión y muerte de cruz; las apariciones de Jesús resucitado; su ascensión al cielo, y la venida del Espíritu Santo. Todo sucedió en poco tiempo y necesitaba una interpretación adecuada. De hecho, se le han dado todo tipo de interpretaciones.
¿Cómo justificar la divinidad de Jesucristo sin que se rompa la indiscutible fe monoteísta? ¿Qué significado tiene la inesperada muerte del Mesías en la Cruz? Ninguna afirmación del Nuevo Testamento afirma explícitamente que el Espíritu Santo es Dios. Nada es evidente en una primera lectura. Y, ¿cómo relacionar todo esto con el Antiguo Testamento? Porque Jesús dice que en Él se cumplen las profecías.
Pronto surgieron controversias. El Nuevo Testamento no ofrece una doctrina teórica y sistemática sobre Dios. Sus enseñanzas están dispersas en narraciones históricas.
Algunos interpretaron los textos poniendo al Padre por encima del Hijo y del Espíritu Santo. Otros consideraron que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son una misma persona que se presenta a veces en modo Padre, luego en modo Hijo y otras veces en modo Espíritu Santo. No faltó quien afirmara que se trata de tres dioses.
Fue la Iglesia a lo largo de esos primeros años quien, con la ayuda del Espíritu Santo, discierne la interpretación sobre verdadera identidad de Jesucristo y el significado de su doctrina.
En realidad, la Iglesia optó por la interpretación más difícil porque así lo exigía el respeto íntegro a las afirmaciones de la Escritura. Comprendió que se trataba de un misterio inefable que va más allá de los alcances de la razón humana.
Por eso choca con la mentalidad tanto de los judíos como de los paganos politeístas. Y eso sigue, hasta el día de hoy.
A la iglesia no le bastó con lo que la Escritura afirma literal y explícitamente, sino que tuvo que ir más allá buscando conceptos nuevos, empezando por la misma palabra ‘trinidad’. Pero se sirvió también de otras palabras como sustancia, personas, engendrado, misión, relaciones, etc.
Sin nunca olvidar que el lenguaje humano es insuficiente para hablar apropiadamente de Dios. Dios es siempre mayor que todo lo que podamos pensar y decir de Él.
Así, desde el primer concilio ecuménico (Nicea, 325), se llegó a la formulación del Credo cristiano. Se refiere a un solo Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Pero se añadió también ‘Creo en la Iglesia que es una, santa, católica y apostólica’. La Iglesia es parte de nuestra fe. No se trata, pues, de una sociedad puramente humana. Se trata de un misterio divino que no puede fallar o dejar de existir.
Si alguien cree que toda esta doctrina se logró sin la ayuda del Espíritu Santo y que es puramente humana, comunique un nombre para agradecerle. Y si alguien cree que este Credo ha cambiado a lo largo de los 1700 años de existencia, tendrá que demostrarlo.
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