En todo centro educativo católico y salesiano, estamos convencidos de que hay en el ser humano una vida que no depende solamente de los procesos biológicos.
Porque el ser humano es una unión indivisible de cuerpo y alma. Esto lo hace persona e imagen de Dios.
Somos conscientes de que la persona humana goza de una dignidad y de un valor absolutos. Un valor y una dignidad que nadie le puede arrebatar porque están garantizados precisamente por esa imagen divina y por la intervención de Dios en el origen de cada ser humano. En efecto, Dios crea el alma de cada ser humano en el momento en que éste es concebido por sus progenitores. Nuestro comportamiento debe estar a la altura de esa alta dignidad.
Para alcanzar la plenitud de la vida, el ser humano necesita no sólo salud y potencia física o alta capacidad intelectual y técnica, sino también, y sobre todo, fe y vivencia de valores y virtudes.
Es preciso, por tanto, no olvidar nunca la primacía del espíritu sobre la materia cuando se trata de la educación de la juventud.
Porque la persona, para reflejar más claramente su semejanza con Dios, debe adherirse a la verdad y al bien.
Basados en estos principios, estamos convencidos de que si en la escuela católica sólo ofrecemos a los alumnos excelencia académica y técnica, en realidad les estamos dando demasiado poco. Lo más importante es la fe y el amor.
Recordemos, al respecto el lema salesiano: "Da mihi ánimas, coetera tolle". "Señor, dame almas para salvar, lo demás te lo puedes llevar". Que es otra forma de decir: "Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura".
¡Señor, danos jóvenes para salvar, y todo lo demás, cualquier otra cosa, la pondremos al servicio de la salvación de esa persona!
Conscientes de esto, los padres de familia y los alumnos, si sólo demandan de nosotros excelencia académica y técnica, están desaprovechando o mejor.
Porque la plenitud de la vida se alcanza en el seguimiento de Cristo. En el seguimiento de Cristo, la imagen divina que había sido dañada por el pecado original y por nuestros propios pecados, esa imagen divina es restaurada y llevada a perfección.
Lo que define la calidad de la persona es que alcance lo más posible el proyecto que el Creador tuvo al llamarlo a la existencia. Eso es lo que realmente importa.
Porque Dios nos ha llamado a la existencia con un propósito definido: Él quiere hacernos partícipes de su vida divina. Él quiere que seamos inmensamente felices por siempre.
Lo que define en primer lugar el valor de una vida es el amor a Dios y a los demás. Por ello seremos juzgados y no por otros logros o fracasos.
Esta es la filosofía de la educación que está detrás de los Proyectos educativo-pastorales de los centros de enseñanza católicos y salesia