Me llamo Jorge Moreno, de 28 años, vivo en la ciudad de Panamá y soy animador del grupo Oratorio Junior, en la Basílica Don Bosco.
Durante el mes de marzo estuve preparándome, junto a 27 jóvenes del Movimiento Juvenil Salesiano para ir de misioneros durante la Semana Santa en la provincia de Darién. Nos acompañaron el p. César Lacayo sdb y sor Kassandra Cruz, sor Cintia Blanco, sor Elsa Gutiérrez y Tania Ortiz, voluntaria de las FMA.
Más de cinco horas en bus se necesitaron para completar los 200 km hasta llegar a Darién. Allí nos distribuimos en grupos para cubrir cinco comunidades: Pirre, Yape-Puente, Boca de Cupe, Bajo Lepe, Mi Pueblito.
Mi grupo, conformado por cinco jóvenes y una FMA, fue designado para la comunidad más lejana: Mi Pueblito. Cuatro horas en piragua por el río Tuira más dos horas a pie hasta llegar a nuestro lugar de misión.
Clima húmedo y caluroso. Abundante vegetación tropical. Casas de madera con techo de paja. Ni luz eléctrica ni agua potable. Gente sencilla y amable dedicada a los cultivos y cacería.
Niños y jóvenes, sobre todo, nos recibieron con alegría. Como misioneros entusiastas organizamos las celebraciones litúrgicas del triduo pascual. Visitamos a las familias y organizamos un encuentro con los jóvenes y niños.
Esta fue la quinta vez que iba como misionero a comunidades lejanas de Panamá. Pero fue la primera vez que misionaba en la provincia de Darién. Salir de mi zona de confort y del confinamiento por el covid me ayudó a profundizar en mi propia vida.
Fue también mi primer viaje en piragua, embarcación larga y estrecha construida con tablas de madera. Cuatro horas sentado, río arriba más dos horas a pie y el resultado final: un enorme cansancio. La recepción alegre de niños y mayores me ayudó a olvidar la fatiga y entrar de lleno en la actividad misionera. Puedo decir que disfruté al máximo mi ejercicio misionero.
La oración fue mi arma para aguantar físicamente los retos de esta misión.
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