01 Bolla El padre Luis Bolla, salesiano, nació en Schio, Italia, el 11 de agosto de 1932 en el seno de una familia profundamente cristiana. Tenía 11 años cuando, una tarde, al entrar en la capilla del oratorio salesiano, oyó una voz que decía: “Tú también puedes ser sacerdote. ¿Por qué no lo haces?”


Al año siguiente, en las mismas circunstancias y en el mismo lugar, escuchó la misma voz: “Serás misionero en la selva entre los nativos y les darás mi Palabra. Caminarás mucho”.

Como joven seminarista salesiano partió hacia Ecuador. Allá fue ordenado sacerdote el año 1959. Su anhelo misionero lo impulsó a aprender el idioma de los indígenas shuar. Sin embargo, su primer destino como misionero fue el pueblo achuar. Inmediatamente entendió que su vocación misionera implicaba integrarse vitalmente con la cultura indígena. Dado que la mayoría del pueblo achuar se encontraba en Perú, se trasladó a ese país para trabajar en el vicariato apostólico de Yurimaguas.

Cuando el obispo y su superior le preguntaron en qué condiciones iría a trabajar con esa etnia aguerrida, manifiesta solamente tres cosas:
No voy a adquirir tierras, ya que las tierras son de los achuar. Tampoco pretendo tener construcciones ni internados. Viviré simplemente como huésped en territorio achuar.

Que se me permita vivir al estilo de los achuar. Vestido, comida, casa, trabajo como el pueblo achuar, sin perder mi identidad de sacerdote y de religioso.
Pondré toda mi confianza en la Providencia del Señor, que me dará lo necesario al entregarme totalmente por el reino de Dios. Y, por esa razón, renuncio al apoyo económico de la Congregación Salesiana y del Vicariato Apostólico.

En esas selvas peruanas experimentó por largos años la soledad y el aislamiento, las enormes distancias y la lejanía de sus hermanos salesianos. En cambio, optó decididamente por identificarse con el pueblo achuar. Además de convivir totalmente con ese pueblo, se entregó al estudio de su lengua y cultura, lo cual le facilitaría la proclamación del evangelio.

En una feliz intuición combinó la tarea de evangelizador con la promoción humana fomentando su organización, la educación, la salud y el desarrollo del pueblo.
Publicó los primeros escritos en achuar para que los niños aprendieran su lengua materna. Escribió otras publicaciones reconocidas internacionalmente.

A tal punto se identificó con ese grupo nativo que se ganó el amor y aprecio de la gente de la selva, que lo llamaban “Yánkuam’ Jintia”, que traducido significa Estrella luminosa del camino, título propio de un jefe tribal.

El P. Vicente Santilli habla de él en estos términos: Conocí al padre Luis Bolla (Yánkuam´Jintia) en Quito-Ecuador, una tarde del mes de diciembre de 1979. Su mirada revelaba un gran amor por Cristo y los hermanos achuar por quienes iba entregando toda su vida. Conversamos detenidamente sobre su misión. Él hablaba con tal entusiasmo que desde ese primer momento tuve la sensación de encontrarme con un misionero diferente, extraordinario, un hombre rico de ideas y proyectos, un misionero que había roto los esquemas tradicionales para iniciar un camino nuevo según las orientaciones del Concilio Vaticano II.

“Que se me permita vivir al estilo de los achuar. Vestido, comida, casa, trabajo como el pueblo achuar, sin perder mi identidad de sacerdote y de religioso”.


El Rector Mayor, P. Ángel Fernández Artime, escribió acerca del P. Bolla: “Su patrimonio espiritual y cultural es extraordinario. El inicio de su causa de beatificación nos permite conservarlo, profundizarlo y transmitirlo a las nuevas generaciones como respuesta significativa a los grandes desafíos que la Iglesia y la humanidad de nuestro tiempo afrontan en este momento de la historia”.

El 6 de enero de 2013, durante los Ejercicios Espirituales, antes de que el mal lo llevará a la muerte, el P. Bolla escribió: “Temo tu silencio, Señor, ¡tan largo! Pero no puedo pretender que tú me hables como cuando me llamaste siendo niño, aunque creo que Tú lo puedes hacer. Ayúdame, Señor. Creo y espero en Ti, sin verte, ni escucharte. Pero sí, creo que sigues resucitado con nosotros y conmigo. Señor Jesús, miro tus ojos y te amo. Jesús y María, quédense conmigo y con todos. Gracias Jesús. Tú recogerás mi último suspiro, juntamente con María, tu Madre y nuestra Madre. Quédate, Jesús, conmigo y con todos nosotros, que la tarde está cayendo”.

La vida de este gran misionero se apagó en Lima, Perú el 6 de febrero de 2013.


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