Soy Eyda Franco, tengo 21 años y vivo en Panamá. Conocí a los salesianos cuando entré al grupo Juvenil San Francisco de Sales en 2020. Ahora soy catequista y mi camino comenzó en el grupo de confirmación de jóvenes (CJS) donde los catequistas nos motivaban a unirnos a ellos una vez realizado el sacramento.

En ese momento ni siquiera me llamaba la atención esta invitación. En el retiro, antes de la confirmación, durante la noche de adoración, uno de los catequistas pidió por las vocaciones, para que fuéramos mensajeros de su palabra en los distintos grupos, y en ese momento me surgió la pregunta: ¿Por qué no?

A pesar de haber escuchado muchas veces la invitación ese día fue especial porque me dejó con la incertidumbre de que debía intentarlo. Al finalizar el retiro me acerqué a uno de los servidores y me ofrecí para ayudar en la catequesis del siguiente año.
El siguiente año inicié el proceso como aspirantes a catequistas, al principio me daba mucha pena hablar frente a los jóvenes, me sentía un poco insegura y me preguntaba si estaba haciéndolo bien. Con el tiempo, la preparación y los ánimos de los demás catequistas llegué a hacerlo mejor.

Ahora me preparó con mucha anticipación, pero lo primordial de la preparación es pedirle al Espíritu Santo que me guíe, que la explicación que les vaya a dar a los jóvenes sea de lo más sencilla, pero a la vez que abarque todo lo importante y que al salir de la catequesis ellos se lleven el mensaje y lo pongan en práctica en su entorno.

Debo ser muy organizada porque debo ir a la universidad y el trabajo, hago esto porque actualmente siento que a los jóvenes les falta conocer más sobre la fe. Espero poder seguir en este servicio porque es algo que me gusta, pero también porque yo aprendo de los jóvenes que tengo a mi cargo.

Dios tiene una misión para cada uno de nosotros. No hay que tener miedo. Sólo hay que pedirle con mucha fe que ilumine esa inquietud vocacional y Él nos ayudará a seguirla y servir con entusiasmo.