Las chicas no piden ayuda, viven en el miedo y en la vergüenza en silencio, un silencio ensordecedor para nosotras. Últimamente, las chicas de la calle han aumentado y cada vez son más jóvenes.
Tienen miedo de ser vistas. Los proxenetas les pegan si no llevan dinero a casa, tienen miedo de las fuerzas del orden y de la policía.
A menudo me pregunto: ¿Qué nos dicen estas mujeres, niñas, desnudas, en nuestras calles a todas horas? ¿Qué es lo que nos dicen? ¿Qué nombre damos a los clientes que son nuestros abuelos, esposos, novios, hijos, hermanos?
La respuesta: Alrededor de la prostitución está la criminalidad, la mafia, pero también hay mucha ignorancia. Muchas veces, cuando presentamos a las víctimas, hay muchos hombres que dicen: “No lo sabíamos”.
Los clientes tienen una gran responsabilidad en esta esclavitud. Un hombre que necesita comprar sexo no es un hombre. También ellos son esclavos del sexo, y no se dan cuenta de que son explotadores. Me dan miedo. Deben detenerse y reflexionar.
Sor Valeria Gandini, misionera comboniana