Sólo se es niño una vez... Si creemos que cada cabeza es un mundo, la lógica nos dice que lo mismo pasa con cada familia, que es también un mundo. A lo largo de poco más de 10 años de periodismo y otros tantos de vida y amigos, he conocido varios mundos familiares que se me han quedado dolorosamente estampados y quiero compartir algunos.

  • ·         Un día cualquiera de paseo familiar se acercó a nosotros un niño de unos 8 años. Delgado y cabello liso, con ojos muy expresivos y algunos dientes menos a causa del “Ratón Pérez”. Comenzó a platicar con esa manera tan natural y espontánea de los niños y de repente ya estaba soltando su cotidianidad: “Es que cuando llega mi mamá solo va a dormir”. Tal vez está muy cansada y llega tarde, sobre todo si viaja en bus, intentamos matizarle. Nos soltó un “no” muy determinado. “La parada de bus queda bien cerquita y sale temprano, lo que pasa es que solo le gusta ver novelas. Ni come conmigo, solo en la cama por ver novelas”. Iba diciendo más cosas, sin parar de hablar hasta que sus ojitos se llenaron de lágrimas: “Además solo pegándonos pasa, todos los días. Siempre está enojada y no juega conmigo”. Estaba inmensamente triste y en la más mínima oportunidad que tuvo aprovechó para expresarlo.
  • ·         Hace ya algunos años, por cuestiones de trabajo conocí a Jennifer, una niña de 7 años de edad. No recuerdo detalles precisos sobre su aspecto físico, pero no puedo olvidar sus manitas nerviosas y las primeras palabras que me dijo cuando me vio: “Le puede avisar a mi mamá que yo estoy aquí, es que no sabe que me trajeron y no va a poder entrar porque yo tengo las llaves de la casa”. Jennifer estaba en un centro de resguardo infantil del gobierno después de atender una denuncia anónima diciendo que ella y sus hermanos pasaban abandonados. Jennifer cuidaba a sus hermanos menores y contaba con naturalidad su día: No veía muñequitos en la tele, solo sus hermanos lo hacían para que ella pudiera barrer y trapear, ponía una lata vacía de leche en el suelo para alcanzar la cocina y poder hervir agua y hacerle la pacha al menor de sus hermanitos, pedía tortillas fiadas y queso a sus vecinos para comer. Cuando vio uno de esos deslizaderos plásticos de colores que había en el centro de resguardo me preguntó con asombro qué era y para qué servía. No jugaba nunca. Sus circunstancias le obligaron a ser adulta antes que niña.
  • ·     Carla y Claudia, de 12 y 8 años, viajan en bus todos los días al salir del colegio. Caminan juntas, agarradas de las manos. A veces, a la hora del almuerzo, Claudia pide a su hermana mayor que le dé la comida en la boca como lo hacía su mamá y en la noche le pide que le agarre la mano, aunque estén en camas separadas, porque al apagar la luz y cerrar los ojos ve unos “ojos malos” que salen del rincón del cuarto y se le acercan. Su mamá tuvo que emigrar por motivos económicos y se han quedado con su papá, pero él es alcohólico y a veces no llega a dormir a casa y cuando lo hace es una preocupación para las niñas porque tienen que cuidar que no vuelva a salir y a ellas les da miedo que algo le pueda pasar a él. Hacen sus tareas, juegan, lavan sus uniformes y parece que no se dan cuenta de la negligencia que las rodea.

Son casos cotidianos. Como estos cuatro niños hay muchos en estas sociedades de hoy y eso debería preocuparnos y movernos a actuar de la manera que esté a nuestro alcance y muchas veces esa tarea puede ser defender la familia, la nuestra.

Mantener y formar una familia en la que los padres se amen, cuiden y dirijan con amor y sensatez la vida de sus hijos es necesario e indispensable para ser niños de verdad, no adultos precoces y tristes, con amarguras gratuitas que quién sabe si podrán superarlas para cuando les toque ser adultos de verdad.

En mi país, octubre es el mes del niño y lastimosamente no son la mayoría los que viven su niñez sin abusos de ningún tipo, un montón tienen que huir de sus casas porque su familia está amenazada de muerte, otros tienen que cuidarse solos, hay muchos que son huérfanos, y muchos más son víctimas.

Solo una vez en la vida se es niño, esa edad en la que la responsabilidad de uno es jugar y ser feliz. Procuremos que así sea.

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