niñosupermanComo mamá primeriza trato de leer lo que está a mi alcance sobre educación y maneras de resolver situaciones tan cotidianas -para nosotras que tenemos hijos pequeños- como el llanto a la hora de ir al kínder, agresividad, enojos,

el adiós a los pañales desechables, crisis a la hora de compartir y así un montón de cosas más. Y aunque no soy una experta, sí les puedo decir que hasta el momento el punto de coincidencia en lo que he aprendido ha sido el respeto.

Una educación con respeto me permite ayudarle a mi hijo a encontrar una solución satisfactoria a las crisis propias de su edad y me regala a mí un poco más de paz a la hora de disciplinar. Aquí algunas ideas que me han funcionado:

1 Olvidarse de los gritos. Esto es primordial, pero funciona solamente si de verdad estamos decididos a practicarlo cada vez que dan ganas de recordar con un grito a los hijos que dejen de desperdiciar el agua. La premisa es básica: Si no me gusta que me pidan a gritos las cosas, pues entonces respeto y no grito a mi hijo. Seguro que tampoco le gusta a él.

2 Hablarle con sinceridad. Si no le gusta ir al kínder, por el motivo que sea (a menos que sea una situación de riesgo, maltrato o algo que le perjudique), pues hay que tener claro que la solución no es que falte, entonces le digo con claridad el asunto: que se tranquilice, que ya se acostumbrará y que confíe en que él puede lograrlo. Queda en evidencia que estoy respetando sus sentimientos y también sus capacidades, dándole la oportunidad de superar sus temores y experimentar las consecuentes satisfacción y autoconfianza.

3 Empatía. Si le tiene miedo a los ruidos como el de la licuadora o secadora de pelo, no desestimar su temor por muy trivial que me parezca. A él en realidad no le gustan y eso merece respeto. Entonces le digo que lo comprendo, que a mí tampoco me gustan algunos ruidos, sobre todo los lugares muy bulliciosos, pero que hay veces que tenemos que ser un poco valientes y tolerantes. Sobre todo porque no duran para siempre y pasan muy rápido. De esa manera, valido sus sentimientos, lo hago sentir bien al expresar sus emociones y, tomándolas en cuenta, le enseño que decir lo que sentimos ayuda a resolver las cosas.

4 Predicar con el ejemplo. A mi juicio, esta es una de las partes que más cuestan, ya que no nos damos cuenta cuando estamos diciendo una mentirita para no quedar mal, vemos con indiferencia la necesidad de alguien más o estamos pidiendo respeto y obediencia con un gran enojo por dentro sin escuchar siquiera lo que a veces quieren decirnos. Pues escuchar, decir la verdad, ayudar a las personas que están a nuestro alrededor, saludar con una sonrisa y muchas cosas más que nos vean hacer son las que ellos pondrán en práctica con nosotros y el resto del mundo.

5  Sentir de verdad lo que se dice. En mi caso, más que luchar con el carácter de mi hijo, mi constante lucha es con el mío, con mi escasa paciencia, con mis ganas de que las cosas sean "tronando y lloviendo" como decía mi mamá para ilustrar que se hacen sin demora. Y a veces, en mi intento de respetar su tiempo, sus capacidades y su manera de hacer las cosas, le digo que lo espero o se tome su tiempo. Pero descubrí que mi hijo solo lo capta, entiende y me da resultado cuando en verdad lo siento desde adentro de mí y estoy dispuesta a hacerlo. O sea, cuando soy honesta y no lo digo solo por decir. Es entonces cuando él comprende el mensaje porque sabe que es cierto, que lo voy a esperar o, por el contrario, que ya no hay más tiempo y tenemos que salir en los próximos minutos y se apura a vestirse solo.

6  Pedir disculpas. Si me equivoco y le grito o lo hago sentir mal con mis palabras y acciones, me disculpo. De esa manera lo respeto y le doy su lugar como mi hijo, como ser humano y, de paso, aprende viendo que equivocarse no tiene nada malo y que hacemos valer los sentimientos de quienes queremos con una disculpa sincera.

Escuchar a mi hijo y respetar sus emociones, ideas, ritmos y todo lo que él es y puede dar es lo que mejor me ha estado funcionando. Si llora para pedirme algo, hago uso de la paciencia, de no gritar, de la empatía y de sentir en serio cuando le digo: "Discúlpame, hijito, pero así con llanto no te voy a dar lo que me pides, no es la manera de hacerlo y no te resuelve nada. Me gusta tu voz normal, así que por favor úsala". De verdad que da resultado. Lo importante es no cansarnos de intentar respetarlos, de paso les modelamos la perseverancia y constancia como manera eficiente de mejorar. No olvidemos que con nuestros hijos cobra más validez aquello de no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti.

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