BSCAM 50 años de servicio sacerdotal
Sus 2,000 jóvenes indígenas provenientes de los tres internados a su cargo se reunieron por tres días en una megacelebración.



Tres bandas musicales ensambladas en una ejecución única, deportes, velada artística con derroche de música coral e instrumental y una poderosa celebración de la eucaristía intentaron expresar la alegría y el entusiasmo desbordante de millares de jóvenes que se sienten afortunados por estudiar con el P. Antonio.

Hace cuarenta años llegaba a la provincia salesiana de Centroamérica rebosando energía, entusiasmo y grandes ilusiones. Pocos meses después lo encontramos en la misión salesiana de Carchá, al norte de Guatemala. Fue llegar y comenzar a atraer a los jóvenes indígenas de la etnia qeqchí. Fascinados por su trato amable y la perenne guitarra, lo seguían como al flautista de Hammelin. Con tenacidad apostólica se lanzó a aprender simultáneamente español y qeqchí.

Con vigor atlético comenzó una intensa labor apostólica básica: visitar las cincuenta aldeas indígenas que integraban el área apostólica de Campur, donde fijó su primera residencia misionera. Por la noche, cantar a más no poder con los jóvenes, mientras los adultos escuchaban fascinados; por la mañana, llenar formularios para bautismos y matrimonios, confesar a más no poder y celebrar la eucaristía en el idioma local. A media tarde, vuelta a caminar hacia la siguiente comunidad.

Pocos años después, el p. Antonio fue enviado a Raxruhá, entonces un caluroso y simple caserío formado por indígenas qeqchí e inmigrantes pobres en busca de un campo de tierra para sembrar. Allí le tocó vivir los horribles años del conflicto armado en el país: abusos, matanzas, despojos, inseguridad. Consciente del riesgo a que se exponía, no vaciló en acompañar a las comunidades indígenas en su calvario.

Es en Raxruhá donde germina tímido lo que ahora es de sobra conocido como Centro Don Bosco. Como en la anécdota de Bartolomé Garelli, una tarde se le acerca un joven preguntándole si podía quedarse a vivir con él y aprender español. Cuarenta años después han brotado tres Centros Don Bosco con un aproximado de dos mil muchachos.

El p. Antonio nació en Holanda. Siendo todavía niño, su familia emigró a Australia. Allí lo esperaba Don Bosco. En el colegio salesiano despunta su vocación. Viaja a Estados Unidos para cursar los estudios de teología. Fue la ocasión para conocer una orquesta bulliciosa de alumnos salesianos salvadoreños en gira por ese país. Se despierta en él la ilusión por conocer ese país exótico. De El Salvador saltará a Guatemala, pues tiene alguna noticia de la misión salesiana entre los indígenas. Regresa a Estados Unidos con el corazón atrapado. De regreso a su tierra adoptiva, Australia, logra convencer a su superior acerca del sueño que lo había dejado embrujado.

El p. Antonio es multifacético: músico, deportista, robusto, creativo, tenaz, metódico, de carácter apacible. Sobre todo, pastor. Promoción humana y vida cristiana son para él un binomio indivisible. Integran las dos caras de una misma realidad. Conoce por nombre a exalumnos y alumnos. Los infaltables quebrantos de salud derivados del clima hostil y su incansable trajinar no logran aminorar su tenacidad apostólica que sigue viva como nunca.

Su perenne afabilidad cordial con niños, jóvenes, adultos, mujeres y hombres y su disponibilidad para atender a quien se le acerca conquistan el corazón de los afortunados que comparten su vida con él.
Un Superior salesiano de Roma, al concluir su visita al Centro Don Bosco, se expresó conmovido: Este sí es un verdadero Valdocco.

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