¿Los jóvenes de hoy son peores o mejores? La respuesta es que solamente son diferentes. Un sabio pedagogo español, José Corts Grau, decía que «a la juventud hoy se le adula, se la imita, se la seduce, se la tolera... pero no se le exige, no se le ayuda de verdad, no se le responsabiliza... porque, en el fondo, no se la ama».


Fue la filósofa Montserrat Nebrea la que calificó a la generación de jóvenes en la actualidad como jóvenes de cristal. Para la Universidad Privada del Norte de Perú, los jóvenes de hoy se caracterizan por ser sobreprotegidos por sus padres, por querer obtener buenos resultados sin el esfuerzo y los procesos necesarios para lograrlo, además de ser sumamente sensibles a la crítica. Para Brenda Martínez, de la Facultad de Estudios Superiores de Aragón, ellos no son generación de cristal sino generación indignada que lucha por hacer un cambio ante el status quo.


Ambas posturas me parecen algo extremas, El dr. Byung Chul Han, de la universidad de Berlín, en su obra «En el enjambre» define que existe en las redes sociales una multitud de personas, sobre todo jóvenes, indignados ante ciertas cuestiones que afectan a sus sociedades a nivel local y global, pero incapaces de moverse y de realizar alguna acción para reducir o contribuir a solucionarlas, ya que es muy fácil expresar su indignación con un meme o un emoji.


Me quedo con la afirmación del dr. Jorge Baeza, antiguo rector de la Universidad Católica Silva Henríquez, de Chile, quien plantea una pregunta intensa. ¿Los jóvenes de hoy son peores o mejores? La respuesta es que solamente son diferentes. Ante este planteo es importante hacernos algunas preguntas como educadores-pastores: ¿Cómo educamos a los jóvenes de hoy hacia ideales altos?, ¿cómo logramos una relación intergeneracional mediante la cual aprendan de nosotros, pero a la vez nosotros aprendamos de ellos? Podemos crear diferentes categorías a lo largo del tiempo para ‘etiquetar’ a los jóvenes, lo que evidencia nuestra visión adultocéntrica: no quererlos escuchar y comprender, así como la resistencia a habitar su cultura. El planteo de Don Bosco sigue siendo actual e iluminador, si nos interesamos por sus cosas, ellos se interesarán por las nuestras.


El papa Francisco, en su exhortación apostólica Christus Vivit, nos ilumina ante esta fractura intergeneracional: “Al mundo nunca le sirvió ni le servirá la ruptura entre generaciones. Son los cantos de sirena de un futuro sin raíces, sin arraigo. Es la mentira que hace creer que solo lo nuevo es bueno y bello. La existencia de las relaciones intergeneracionales implica que en las comunidades se posea una memoria colectiva, pues cada generación retoma las enseñanzas de sus antecesores, dejando así un legado a los sucesores. Esto ofrece marcos de referencia para cimentar sólidamente una sociedad nueva. Como dice el refrán: “Si el joven supiese y en viejo pudiese, no habría cosa que no se hiciese” (CV, 191).


Jóvenes y adultos nos complementamos. Es una relación simbiótica. Los jóvenes no pueden subsistir sin los adultos, y los adultos no podemos permanecer sin ellos en el mundo, no podríamos dejar nuestro legado. Creo que estamos ante una generación a la que no le enseñamos a apuntar alto, a darles el coraje necesario para vencer sus miedos, para lidiar con ellos, para desafiarse y aceptar retos en la vida, a dar siempre más y lo mejor de sí y no ser conformistas, a pensar en el otro antes de pensar en sí mismos, a vivir una pobreza voluntaria en un mundo de excesos. El dr. Javier Gomá lo define como una vida digna de ser vivida, de tal suerte que tu muerte resulte escandalosamente injusta. Según mi experiencia con jóvenes universitarios la clave está en ‘hacerlos entrar en movimiento’, llevarlos a la acción concreta por medio de experiencias de vida y no solo teorías. Vivir experiencias de contacto con el otro, sobre todo con los descartados.


Quedémonos con este impulso del aguinaldo 2023 de Don Ángel Fernández. En él cual plantea esta complementariedad entre religiosos y laicos, adultos y jóvenes: «Soy muy consciente, y trato de transmitir esta conciencia a toda nuestra Familia Salesiana, de un hecho particularmente evidente: solo juntos, solo viviendo en comunión podremos hacer algo significativo hoy».

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