Con la fe en jeans Los jóvenes de la JMJ destacan con una gran diferencia en medio del espectro juvenil. El comportamiento y las actividades de los chicos y chicas de la JMJ manifiesta que los jóvenes católicos son otra cosa: una minoría diferente, creativa y alternativa, que destaca muy llamativamente como un signo de esperanza.


Los medios han procurado unas imágenes muy elocuentes. Nos ofrecen multitud de rostros radiantes, de miradas transparentes y brillantes. Descubrimos rostros de jóvenes recogidos en oración, jóvenes arrodillados pidiendo perdón y colas de ellos esperando pensativamente su oportunidad para confesarse. Nos sorprendemos ante los millares de rostros atentos y receptivos a un hombre viejecito vestido de blanco, que habla pausadamente y sin estridencias. No vemos rostros violentos, ni tristes, ni heridos, ni marcados por el odio, ni perdidos ni ausentes.

Todas estas caras de la JMJ nos hablan de jóvenes sanos, que desean vivir en la verdad, que saben que la vida no es fácil y que el riesgo de frustrarla está a la vuelta de la esquina, pero viven confiados porque saben quién está a su lado para ayudarlos y protegerlos. Les han hablado de Cristo, se han sentido atraídos, lo buscan con ardor o con gran gozo ya se han encontrado con Él. Han experimentado que solo Jesucristo, a través de su Espíritu Santo les da la fuerza, les traza el camino de la verdad y les promete la verdadera felicidad. Estos jóvenes viven la JMJ como un tiempo para cargar pilas.

Estos jóvenes no son chavales de festival, chicos y chicas aburguesados sin capacidad para cambiar el mundo. Estos son los verdaderos revolucionarios de este siglo. Ellos son los revolucionarios de la misericordia, los salvados por el amor de Cristo y sus heraldos. Ellos proclaman con su testimonio y sus palabras que el Señor es el único que puede liberar y cambiar el corazón de toda persona humana y a través de cada persona el mundo.


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