guerrillero Yo era un estudiante de bachillerato y quería estudiar biología marina gracias a una beca en Brasil. Pero todo cambió.

 

Mi papá era escritor y siempre nos influenció con ideas sobre la democracia. Estudié y viví en una coyuntura social convulsionada. Era un adolescente y no pude escapar a las luchas sociales de los maestros, los campesinos y los estudiantes.

Mientras estudiaba viví un proceso de concientización. Apoyaba la lucha de mis maestros y de otros estudiantes y seguí un proceso natural de educación política. Me preguntaba por qué nos reprimían cuando salíamos a marchar pacíficamente.

Fui comprendiendo que quizá una lucha en términos eminentemente gremiales tiene límites. En aquel contexto de dictadura militar la única manera de hacer un cambio era derrotar al enemigo. Todas las opciones estaban cerradas. Me había adherido a un partido político, pero seguían los secuestros y asesinatos de líderes pacifistas. Entonces saltamos a la lucha armada.

Entendí que en un país donde se respetan los derechos, los procesos electorales, te escuchan, no te reprimen, los diputados te cumplen sus promesas, no hay necesidad de usar armas, aunque te las regalen. Pero, si estás en un país donde se ha caldeado la situación, se crean las condiciones perfectas para una guerra.

La primera vez que tomé un arma no sentí alivio. Fue una necesidad, porque estaba en un contexto en que, si no la usaba, me iban a matar. Solo pensaba en defenderme.

Si no aniquilas serás aniquilado, esa es la dura realidad. Nunca sentí placer, era algo necesario, el arma me daba cierta seguridad. Sabía que quien estaba en el otro bando tenía rostro, era una persona como yo, un compatriota, detrás de él había hijos, una historia, una familia. Pero estábamos enfrentados. Esos pensamientos debían desaparecer porque mi vida estaba en juego.

Lo único que pensaba tras la trinchera es que en cualquier momento podía morir, era vulnerable. Pero la acción encerraba un propósito, así que debía pensar en ser más inteligente que el otro para que no me matara. Al otro lado estaban pensando lo mismo. Quien fuera más hábil, ganaría.

La vivencia de la guerra hace que haya gente que se enferma creyendo que los problemas solo se resuelven matando. La educación y los valores de mi familia me ayudaron a no enfermarme de poder. Me enseñaron a no aprovecharme de los demás, a ayudar a los humildes.

No se puede hacer una alegoría de la guerra. No es bonito ver las balas y ver que tu oponente cae, no te sientes héroe, estás enfrentado y debes alcanzar la misión que te has trazado.

En los conflictos aparecen grandes potencias y empresarios que hacen negocio porque las armas son caras, hay que comprar municiones, bombas, vehículos especializados. El negocio de las armas solo beneficia a empresas sin importar el porqué de la guerra.

La guerra es triste, impactante y dolorosa. Estás hablando con alguien y a los tres minutos él estaba muerto.

Al final logramos abrir un proceso de negociación. El país hizo reformas a sus instituciones, pero los políticos lo han arruinado. El país está polarizado, no se pusieron a la altura de lo que necesitaba. Es muy triste porque nos costó sangre.

Iniciar mi vida después de la guerra me resultó difícil. Perdí la autoridad ganada, volví a ser un ciudadano normal. Necesitas mucha habilidad para no perderte en la inserción en la sociedad. Algunos terminaron alcohólicos.

Yo tenía más de cuarenta años cuando todo terminó, seguí mis estudios, formé una familia, me realicé como padre y siento que hice lo que tenía que hacer por lo que creía era lo mejor para mí país.

Finalizó la guerra por la vía pacífica, pero veo con tristeza que no se puso interés en el factor social, no hubo un tratamiento postraumático. Por eso ahora tenemos una sociedad violenta. Tuvimos una gran oportunidad de hacer el país que queríamos, pero los políticos no estuvieron a la altura de la situación.

Si volviera a nacer, trataría de evitar esa guerra que nos condujo a un país polarizado. Si hubiéramos hecho las cosas bien en aquel entonces, no hubiera habido necesidad de pelear.

Compartir