Ha sido la gracia de Dios la que ha obrado la salud. En mi larga carrera jamás he visto a un paciente en las condiciones de Bonetti recuperarse. La tarde del 23 de diciembre de 1867, Giovanni Bonetti ingresa a la habitación del director con un semblante angustiado y pasos tambaleantes. Su estado de salud se deteriora rápidamente, presentando síntomas como ojos inmóviles, labios pálidos, cuerpo helado, flemas que lo asfixian y respiración entrecortada.

El médico, llamado de urgencia, aplica diversos remedios sin éxito. Su pronóstico es desalentador: Giovanni no sobrevivirá hasta la mañana.

Ante la inminente muerte del joven, el director del colegio, resignado a las posibilidades humanas, recurre a la oración. Eleva una plegaria a Dios rogando por la vida de Giovanni, y en caso de que no sea su voluntad, por la gracia de que pueda confesarse y comulgar antes de partir.

Confiando en la protección de María Auxiliadora, el director coloca una medalla de la Virgen en el corazón de Giovanni y, junto a otras personas piadosas, reza fervientemente.

Las oraciones son escuchadas. La respiración de Giovanni se torna más libre, sus ojos recobran movilidad y expresa gratitud a quienes lo rodean. La mejoría es evidente y todos dan por segura su recuperación.

El médico, perplejo ante el repentino cambio de estado de Giovanni, exclama: "Ha sido la gracia de Dios la que ha obrado la salud. En mi larga carrera jamás he visto a un paciente en las condiciones de Bonetti recuperarse."

El propio Giovanni, agradecido por su milagrosa recuperación, atribuye su vida a Dios y a la intercesión de María Auxiliadora. Se convierte en un ferviente devoto de la Virgen y comparte su testimonio con el fin de animar a otros a buscar consuelo y ayuda en ella.

Tomado del escrito original de Don Bosco "María Auxiliadora con el relato de algunas gracias obtenidas"

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