Educar en la responsabilidad El verdadero reto educativo del siglo Un sociólogo muy citado califica nuestra sociedad de "líquida". Estoy tentado de añadir "y también un poco pantanoso". Todos sabemos que un río sin orillas se convierte en un pantano. Hablar de responsabilidad educativa es hablar de " orillas ", es decir, de cómo construir una vida bella, útil, orientada y fuerte.

He aquí algunas consideraciones sencillas

El punto de partida es ser responsable de uno mismo.
Demasiados adultos de entre veinte y cuarenta años no son realmente capaces de asumir la responsabilidad de sus propias vidas. La mayoría de los conflictos entre niños y adultos, así como entre los propios adultos, se desarrollan de forma desconfiada precisamente porque las partes no pueden, o no quieren, asumir su responsabilidad y malgastan energía culpándose mutuamente.

Es vital tener un marco de referencia firme y claro.
En las naciones industrializadas, el nivel de vida relativamente alto impide una reflexión profunda sobre las dimensiones existenciales de la vida.

¿Cómo tomamos nuestras decisiones cotidianas, grandes o pequeñas, cuando no podemos ponernos de acuerdo sobre "qué" es lo correcto? ¿Debemos buscar nuevas autoridades o confiar en nuestra intuición y experiencia? ¿Debemos seguir creyendo en los valores humanitarios, tan escasos en este mundo, o centrarnos en nuestro bienestar material?

La elección es difícil, así que muchos padres prefieren dejarse llevar. Es la peor opción.
¿Queremos educar a nuestros hijos para que aprendan a confiar en una autoridad interna sólida, que les permita tomar sus propias decisiones sociales y existenciales, o queremos enseñarles a confiar en una autoridad externa, ya sea política, religiosa o filosófica?

Hay dos formas de responsabilidad. La responsabilidad social es la responsabilidad que tenemos unos con otros: en la familia, en las comunidades, en la sociedad y en el mundo. Es una cualidad que permite que la sociedad o los grupos formados por un determinado número de personas funcionen correctamente. La responsabilidad social sólo puede aprenderse de padres y profesores.
La responsabilidad personal es la responsabilidad que cada uno de nosotros tiene de su propia vida, salud y desarrollo físico, psicológico y mental. Los niños deben vivir con adultos que salvaguarden su integridad personal e intervengan cuando sus hijos demuestren un comportamiento autodestructivo. La intervención de los padres debe hacerse de forma que garantice que los niños desarrollen una autoestima sana y un alto grado de autonomía.

El intercambio mutuo de opiniones es la única forma de comunicación y consigue inmediatamente tres resultados: desarrolla la responsabilidad personal de los niños, mantiene y cultiva la relación con los padres y mejora el sentimiento de unidad familiar. Para la consecución de estas tres condiciones favorables, cualquier otra forma de reacción, como la prédica fáctica, moral o social, los juicios de cualquier tipo o la indiferencia, es destructiva.

Los padres tienen que abandonar el " contestador automático ", la herramienta que, en cuanto los niños están al alcance del oído, ataca con los habituales comentarios educativos, de ayuda o de consejo. Es evidente que la mayoría de los niños ya dejan de escuchar la máquina parlante a los tres años. El mensaje subyacente es destructivo: "¡No eres capaz de funcionar como un niño decente, responsable, educado y cooperativo si no te digo cada minuto lo que tienes que hacer”!
Y cuanto más se repite la cinta, más se graba el mensaje.

Los padres deben expresar claramente "lo que piensan" y ayudar a sus hijos a hacer lo mismo, recordando siempre que los niños tienen derecho a ser niños.

Por ejemplo, el eterno conflicto de "despertarse a tiempo por la mañana" debe resolverse con un discurso cariñoso pero firme como: "Escuchen, niños. Cuando eran más pequeños, nos gustaba despertarlos por la mañana, ya que era nuestra responsabilidad prepararlos para ir al colegio. Pero ahora pensamos que ya no es necesario, sobre todo porque acabamos discutiendo por ello casi todos los días. Así que hemos decidido dejar esta responsabilidad en sus manos. Si les ocurre muy a menudo que se acuestan tarde y tienen miedo de no oír el despertador, díganoslo e intentaremos ayudarlos. Aparte de eso, a partir de ahora tendrán que levantarse ustedes solos todas las mañanas.

Los niños saben lo que quieren, pero no saben lo que les hace falta. Los niños que reciben todo lo que quieren no son queridos, sino desatendidos.

Si los niños tienen todo lo que piden o sólo tienen que obedecer, nunca serán responsables. La mera obediencia no es responsabilidad. Responsabilidad significa pasar de un control exterior a un control interior. Un niño simplemente obediente se acostumbra a una forma de control externo. Esto puede dañar su autoestima y el desarrollo de su responsabilidad personal y genera sentimientos de aislamiento, inferioridad o vergüenza. Con el tiempo se colocará en alguna empresa que asumirá el poder sobre él como hicieron sus padres: "Si haces lo que nosotros hacemos, estás dentro, si no, ¡fuera!".

Los padres deben demostrar, no enseñar. Para los adultos, luchar por una relación con sus hijos basada en la igualdad de dignidad es un reto diario. Cada día, los niños intentan definir sus propios límites y responsabilidades personales, y los padres deben profundizar para encontrar nuevas respuestas en lugar de las reacciones previsibles del pasado. Para ello, deben modificar su modo de vida para hacerlo más auténtico.

Los niños deben tener algunos "deberes" y algunas tareas prácticas en casa. En los últimos diez o quince años ha aumentado el número de padres que, en lugar de pedir a sus hijos que hagan algo, les sirven mansamente. Esto ha dado lugar a los llamados "pequeños tiranos". Los padres deberían definir la situación más o menos en estos términos: "Estamos todos en el mismo barco y la tripulación está formada por cuatro miembros. En este barco todo el mundo es bienvenido. Pero no tenemos intención de mantener un polizón a bordo'.

Los chicos que viven en la casa deben saber exactamente lo que se espera de ellos. Y los padres deben seguir manteniendo firmemente en sus manos el liderazgo de la familia.

Este artículo está en:

Boletín Salesiano Don Bosco en Centroamérica
Tema del mes

Suscríbete a nuestro boletín electrónico y mantente informado de nuestras publicaciones

Suscribirse

 

Artículos relacionados

 

Compartir