la sexualidad, lejos de ser meramente física, es una dimensión profundamente espiritual que define nuestra humanidad. La sexualidad es una dimensión constitutiva de la persona humana.
La sexualidad impregna la humanidad del hombre y de la mujer en su totalidad. A la vez que sensitiva es racional. Por eso es inadecuado considerar a la sexualidad humana como algo separado de lo espiritual. No se puede ver en la conducta sexual humana tan sólo el resultado de unos estímulos fisiológicos y biológicos.

La significación de la sexualidad se debe buscar en la relación con el Creador. Orientados por la enseñanza bíblica sobre el ser humano creado a imagen y semejanza de Dios, sabemos que:

  1. La sexualidad está orientada a expresar y realizar la vocación del ser humano al amor. La diferenciación sexual está orientada a la complementariedad. El hombre es para la mujer y ésta para el hombre. La diferenciación sexual está orientada a expresar y vivir el amor humano verdadero y total en el matrimonio.
  2. Desde cualquier perspectiva que se contemple, se descubre fácilmente que la sexualidad está también orientada a la fecundidad. De la misma manera que el ojo sirve para ver, así la sexualidad tiene como finalidad la procreación. Sabemos perfectamente para qué sirve el ojo. ¿Y pretendemos no saber para qué sirven los genitales?

La diferencia del ser humano en hombre y mujer está orientada a la procreación. La apertura a la fecundidad es uno de los elementos que revelan la imagen divina en el hombre, porque la unión sexual de los padres pone las condiciones necesarias y suficientes para que Dios cree el espíritu humano y así una nueva persona entre en la existencia. Así pues, los dos conceptos que orientan la sexualidad son la unión amorosa y la generación.

Pero ¿no estará en manos del hombre hacer cambios en esta materia? ¿No es posible la sexualidad sin procreación? ¿Y la procreación sin sexo?

Biológicamente sí es posible separar la sexualidad de la procreación, pero éticamente son inseparables. Dicha inseparabilidad está requerida por la verdad del acto conyugal como acto de entrega amorosa de los esposos. Los significados amoroso y procreador están unidos inseparablemente por designio de Dios y el hombre no puede romper esa unidad por propia iniciativa. El acto matrimonial ha de ser signo auténtico de entrega amorosa total. Debe ser expresión de una entrega exclusiva, para siempre, y abierta a la fecundidad.

La donación o entrega y la apertura a la vida son bienes básicos del amor conyugal. Si cualquiera de ellos falta, ni el ejercicio de la sexualidad es conyugal, ni el amor es total y verdadero. ¿Tiene sentido decir ‘me entrego a ti por lo mucho que te amo, pero con una condición: hijos no’?

La integración de la sexualidad se logrará en la medida en que el amor sea total y verdadero: incondicional.

La libertad del hombre es la que corresponde a un ser creado, y por lo tanto, pertenece a la esencia de una criatura respetar -no rechazar- el orden del Creador. Para obrar consciente y libremente es necesario conocer primero la naturaleza de las cosas. Y la naturaleza de la sexualidad no puede ser considerada sólo como una inclinación psico-física, puesto que es también una inclinación espiritual y amorosa.

El ser humano no es el creador de las cosas, ni de la verdad y del bien. Debe, por, el contrario, descubrir la verdad y el sentido de las cosas creadas por Dios. Y, una vez conocidos, debe conformar con ellos su conducta y su actividad. Debe respetar los significados y bienes de la sexualidad y ponerlos en práctica como corresponde a su dignidad de persona: debe observar los valores éticos de la sexualidad.

Como consecuencia del pecado la persona experimenta que en su humanidad espiritual se ha quebrado la armonía de la sexualidad. Y también se ha quebrado la relación interpersonal entre el hombre y la mujer. Pero sólo recobrando el orden divino y sagrado de la sexualidad se evitará su degradación.

Como hemos sido incorporados a Cristo resucitado por medio de la fe y el bautismo, el pecado ha sido vencido. Y, por lo tanto, la integración correcta de la sexualidad humana es posible y es capaz de hacernos felices si nos apegamos a la Palabra de Dios.

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