La unión y distinción entre los sexos no solo enriquecen la humanidad, sino que son esenciales para entender el amor verdadero y la familia. La realidad de la naturaleza humana no la realiza en plenitud ni la mujer ni el varón por separado, sino la unión de esos dos tipos de configuración de lo humano. Ambos son complementarios. Y no solo eso, sino que lo humano en sí no es propiamente humano sin lo femenino o sin lo masculino.

La pluralidad de matices en su específica sicología y en sus acciones, enriquecen el mundo humano. La complementariedad implica la distinción. Y la distinción es contraria a la igualdad.

La igualdad entre el varón y la mujer es total en dignidad y derechos. En todo lo demás hay muchas diferencias, tanto físicas como sicológicas. La conquista de la igual dignidad de las mujeres en cuanto personas ya no es una victoria reciente en muchos países: “En Jesucristo no hay ni hombre ni mujer...Todos son uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3,28).

Si vamos a lo profundo, no hay en el mundo dos personas iguales: todos somos únicos y distintos.

Con todo, de ordinario se reivindica la igualdad en oportunidades sociales, políticas, etc. Y en esto, es cierto, en algunos países hay todavía mucha tela que cortar.

Pero atentos, tan absurdo es el deseo de que el varón se feminice como el de que la mujer se masculinice. Como dice Sayés, ‘pretender la igualdad de lo distinto es perder cada uno su propia riqueza y se le impida alcanzar la propia perfección. Varón y mujer tienen recursos distintos’.

La perfección de cada uno, como persona, no puede llevarse a cabo prescindiendo de la masculinidad en el caso del varón, o de la feminidad en el caso de la mujer.

La familia humana es la primera manifestación de la comunidad humana. Conviene tomar la familia como camino de acceso al amor personal porque el amor forma la familia. Sin el vínculo del amor no es pensable la familia.

Claro está que se trata del amor verdadero. Pues un amor que no implique la entrega total de la persona, y no se refiera a la persona como tal, es un amor que queda referido a cosas superficiales. Lo que se compra y vende se posee, pero no se ama.

Una persona sin familia es imposible. Un hombre es inconcebible sin padres, aunque, por irresponsabilidad, algunos de ellos no pasen de progenitores. ¿Por qué el ser humano es capaz de familia? Porque ama. ¿Es absolutamente necesaria la familia para vivir? Para sobrevivir no es necesaria absolutamente la familia. Para vivir dignamente, sí.

Formar una familia es sumamente conveniente para quien desea mejorar en humanidad, porque cuando más mejoran los seres humanos como tales es en el trato amoroso con sus familiares. Cuanto más abdica el hombre de esos lazos familiares es cando más se envilece.

La unión estable de varón y mujer, vinculados por el amor y el cuidado de los hijos distingue al hombre del resto de los mamíferos.

Para entender el amor verdadero conviene atender a la familia, porque la familia es esa unidad amorosa en la que se ama a cada quién por ser quien es. Si el amor es verdadero, habrá que entenderlo como don sincero y generoso a otra persona considerada como persona (no como un medio, sino como un fin). Queriendo, además que esa persona responda cada vez más a su propio proyecto como persona irrepetible.

Si no se ama a la persona, sino algo propio de ella, no hay verdadero matrimonio. Si no hay amor a la persona como ella es y, sobre todo, tal como ella está llamada a ser (hija de Dios), no hay amor verdadero. Amar a una persona es procurar para ella el proyecto divino para uno mismo y para ella. El proyecto de Dios para ambos es la santidad por medio del amor.

Una unión conyugal no abierta a los hijos no es verdadera ya que no aceptan el mejor don de Dios para ellos.

Artículos relacionados:

Compartir