La comunión espiritual es un acto de fe y de amor. /Foto: Cathopic-Dimitri Conejo Sanz Cristo muerto y resucitado, entregado en la Eucaristía es el centro de la vida de la Iglesia y de la vida de cada creyente. Sucede que no siempre podemos acceder a la Eucaristía de modo sacramental, bien porque no estamos en gracia de Dios (en pecado mortal), y nuestra situación de vida no concuerde con la vida que debemos vivir como bautizados, o por estar enfermos, o por vivir en una zona alejada en la que los sacramentos no se celebran con regularidad. Algún viaje de emergencia u otra complicación extraordinaria podría también limitar nuestro acceso a la Eucaristía.


Por último, puede haber circunstancias calamitosas como en tiempos de guerra o peste (nuestra pandemia sería el caso), en que los católicos tienen prohibido asistir a Misa y no pueden recibir la Sagrada Comunión ni fuera de la Misa, a menos que se reciba como Viático (en peligro de muerte).


En situaciones de impedimento para acceder a la Sagrada Comunión tenemos un «remedio» a nuestro alcance: hacer un acto de comunión espiritual. La comunión espiritual es un acto de fe y de amor, un acto de devoción personal cuando las circunstancias nos impidan recibir la Sagrada Comunión.


Para la comunión espiritual no hay establecidas fórmulas rituales. Es un deseo personal eucarístico en una circunstancia de imposibilidad y aquí puede entrar toda la «creatividad» espiritual personal para abrir el alma para que Dios entre con su gracia. Aunque, en este caso, no sea de manera sacramental.


«La Iglesia recomienda vivamente a los fieles que reciban la Sagrada Comunión cuando participan en la celebración de la Eucaristía» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1417). Pero ante la imposibilidad de acudir al sacramento eucarístico podemos unirnos místicamente (espiritualmente) al sacrificio de Cristo mediante la comunión espiritual. No estamos abandonados ni por Dios ni por la Iglesia, por graves que sean las circunstancias de guerra, peste o pandemia.


A lo largo de los siglos muchos santos nos testimonian cómo hicieron y vivieron la realización de la comunión espiritual. Siguiendo sus huellas podemos imitarlos hoy.


Santa Teresa de Jesús fomentaba esta práctica: «Cuando no puedan comulgar ni oír Misa, pueden comulgar espiritualmente, que es de grandísimo provecho. Es mucho lo que se imprime el amor así del Señor».


Como se ha dicho más arriba no hay un ritual para la comunión espiritual. Pero sí es necesario buscar previamente el perdón y, si se tuviera conciencia de pecado mortal, hacer un acto de arrepentimiento sincero, con el correspondiente propósito de enmienda y la decisión de confesarse sacramental lo antes posible. ¿Cómo podría ser eficaz una comunión espiritual si se vive habitualmente en pecado mortal sin dar muestras de arrepentimiento y de propósito de enmienda?


La comunión espiritual implica primero expresar nuestra fe (Credo) y de modo particular creer en la presencia real de Cristo en la Eucaristía; y expresar el deseo de estar unidos sacramentalmente con Cristo, lo antes posible, comulgando la hostia.


Hemos dicho que la Iglesia no tiene rituales establecidos para la comunión espiritual. Eso no quita que muchos santos nos ofrecen ricas fórmulas que forman parte del tesoro de la Iglesia para todos. Entre las más conocidas y populares está la comunión espiritual de San Alfonso Ligorio. Esta era su fórmula:

«Creo, Jesús mío, que estás realmente presente
en el Santísimo Sacramento del Altar.
Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma.
Pero como ahora no puedo recibirte sacramentado,
ven al menos espiritualmente a mi corazón.
(Se hace una pausa en silencio para adoración)
Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno del todo a ti.
No permitas, Señor, que jamás me separe de ti. Amén».

También en cuarentena, aunque no podamos «hacer» nada, sí cabe el ofrecimiento que brota de la comunión eucarística espiritual. Esta es la dimensión litúrgica de toda nuestra existencia que no queda reducida a la dimensión ritual, sino que brota y se despliega desde ella.

 

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