Todo el que quiera conocer la postura católica con respecto a las personas que sienten atracción por el mismo sexo, así como el juicio moral sobre los actos homosexuales, puede acudir fácilmente al Catecismo de la Iglesia Católica editado por Juan Pablo II en el año 1992. En los numerales 2357 al 2359. Está en internet.
Sobre las personas que sienten atracción por el mismo sexo se dice: “Un número apreciable de hombres y mujeres experimentan atracción hacia el mismo sexo. Deben ser acogidos con respeto, comprensión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianos, están llamados a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que puedan encontrar a causa de su condición. También las personas con tendencias homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante el dominio de sí, con el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental (confesión y comunión), pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la santidad. La atracción por el mismo sexo, de por sí, no es pecado”.
Sobre el acto homosexual en sí se dice: “Apoyándose en la Sagrada Escritura, que los presenta como depravaciones graves (Gn 19,1-29; Rm 1,24-27; 1Co 6,10; 1Tm 1,10), la Iglesia ha declarado siempre que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados. Son contrarios a la ley natural y cierran el acto sexual a la transmisión de la vida”.
Es una postura oficial. Equilibrada y apegada a la Palabra de Dios.
Pero, como suele ocurrir, hay personas que critican esta postura y se salen por uno u otro extremo de esta enseñanza centrada.
Unos siguen cometiendo el error ancestral de discriminar y despreciar a las personas con atracción por el mismo sexo. Se burlan, hacen bromas pesadas, los hostigan y usan con ellos incluso la violencia psicológica y física, hasta el extremo, en algunos casos, de condenarlos a la muerte física y/o muerte eterna. Definitivamente, esta no es la postura católica. Es una forma de fanatismo. Por eso nosotros nos atenemos al Catecismo.
Los otros, en el otro extremo, tienden a normalizar la relación homosexual, piden la homologación de sus uniones sentimentales con el matrimonio tradicional y bíblico e, incluso, les parece bien que estas parejas adopten legalmente a niños pequeños. Pretenden también que se enseñe esta visión en las escuelas elementales de forma obligatoria y hacen lobby ante las instituciones políticas para convertirla en ley que se sancione a quienes no comparten su visión. Nos parece otra forma de fanatismo.
Ni una cosa ni otra, de acuerdo con el dicho popular: ‘Ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre’.
- Si hay católicos en este segundo grupo se les pediría que nos ayuden a comprender algunas cosas:
- ¿Cuáles serían las bondades del acto homosexual? Tanto desde el punto de vista de la salud física como emocional.
- ¿En qué forma la unión homosexual complementa a las personas desde el punto de vista físico y sicológico?
- ¿Por qué se oculta en los medios de comunicación la mayor incidencia de ciertas enfermedades de transmisión sexual debido a este tipo de uniones?
- ¿Por qué se oculta la gran cantidad de infidelidades en estas parejas y la normalización de la promiscuidad entre ellas?
- ¿Por qué no se reconoce que una persona con atracción por el mismo sexo también puede sentirse infeliz, y se les niega el derecho a buscar ayuda, tanto sicológica como espiritual?
- ¿Por qué se prohíbe legalmente a los profesionales de la salud física, mental y espiritual prestar sus servicios a estas personas que libremente lo solicitan?
- ¿En qué forma todas estas nuevas medidas contribuyen al bienestar de las personas con atracción por el mismo sexo si es que, según se dice, se busca su felicidad?
- ¿Cómo debemos interpretar las citas Gn 19,1-29; Rm 1,24-27; 1Co 6,10; 1Tm 1,10 aquellos que creemos que la Biblia es Palabra de Dios y que su interpretación auténtica más segura se encuentra la Tradición Eclesial y el Magisterio auténtico?
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