Un estudio realizado por la Universidad James Cook (Australia), sobre las sociedades en la era digital descubrió que las personas que pasan constantemente conectados a pantallas tienen una sensación de que el tiempo pasa rápido, alterando la percepción del concepto de tiempo.
“En las sociedades etnocéntricas, la interacción con la tecnología ha aumentado siendo un tipo de marcapasos entre nosotros. Aunque nos ayuda a trabajar más rápido, la tecnología nos hace sentir más presionados por el tiempo” dijo la doctora Aoife McLouglin en el estudio de la universidad.
Si puedes hacer un pequeño experimento para comprobarlo te recomiendo que entres a tu red social favorita, si es Tik Tok, mejor, y marques la hora de inicio, después de un rato date cuenta de cuánto tiempo pasaste allí sin tener una sensación real del tiempo invertido.
Control de la realidad
El día sigue durando 24 horas y el año 365 días, el tiempo no avanza más rápido o más lento, esto depende de la percepción de cada uno, el dicho: “no se siente el tiempo cuando uno hace lo que le gusta” es cierto, cuando el cerebro está ocupado en algo que llama poderosamente su atención, la sensación del tiempo desaparece.
En la actualidad, con tanto flujo informativo, la interacción de las pantallas en nuestra vida, nos hace sentir que todo va deprisa, porque hemos cambiado nuestra forma de ver el correr de los días. Cuando necesitamos una información, la que sea, Google, la ofrece en segundos, si queremos una mejor ruta hacia el trabajo, alguna aplicación la ofrece sin tener que pensarlo mucho.
La paciencia parece que es cosa del pasado, queremos todo rápido, no quiero hacer cola en los bancos, no quiero tardar en el tráfico porque “no tengo tiempo” y así parece que la vida corre más rápido.
¿Cómo nos detenemos?
La constante estimulación digital nos sumerge en un torbellino de distracciones que nos impide apreciar plenamente el momento presente y nos lleva a vivir en la superficialidad. Parece que la calma está destinada únicamente para las personas religiosas o dedicadas a la búsqueda interior, pero no es cierto, todos necesitamos parar, tener paciencia, paz y calma porque esta vorágine hace que los niveles de estrés suban dañando nuestra salud y nuestra calidad de vida.
El primer paso es ser conscientes de que la tecnología ha transformado radicalmente la forma en que nos relacionamos con el tiempo. Las notificaciones, mensajes instantáneos y la avalancha de contenidos en línea contribuyen a una sensación de urgencia constante. En este contexto, es fácil caer en la trampa de la prisa, la ansiedad y la falta de reflexión, alejándonos de la serenidad y el equilibrio que necesitamos para estar sanos.
El tiempo es un regalo divino, por ello la paradoja del tiempo acelerado nos llama a cultivar la disciplina de la atención plena. La oración, la meditación y la contemplación son prácticas fundamentales que nos permiten desconectar del ruido digital y reconectar con lo esencial.
Las tecnologías son herramientas al servicio de nuestro crecimiento, profesional, espiritual y bienestar. Establecer límites claros en el uso de dispositivos electrónicos, reservar momentos de silencio y reflexión, y aprovechar el tiempo para el servicio a los demás son prácticas que nos ayudan a redescubrir la riqueza del tiempo.
El tiempo es un don divino, y depende de nosotros, como guardianes de este regalo, honrarlo y utilizarlo con sabiduría en nuestra búsqueda de paz y plenitud.