Navegando en Instagram y TikTok, encuentras un sinfín de doctores, especialistas y hasta abuelas en reels dando pócimas caseras que alivian todo tipo de males. Los hay para curar la tos, el reflujo, el estreñimiento, e incluso brebajes que aseguran revertir enfermedades terminales. Este tipo de publicaciones, también, tienen buena acogida en el mundo de la belleza, ofreciendo tratamientos "efectivísimos" contra la caída de cabello, manchas en la piel, bebidas aplanadoras de vientre, y mucho más.
Ante este abanico extenso de posibilidades, resuena aquella advertencia: “No todo lo que sale en las redes es verdad”. Lo más preocupante es que muchas de estas publicaciones vienen acompañadas de frases como: “comparte esta publicación para que este beneficio llegue a más personas”, un gancho emocional para crecer en vistas y monetización. En algunos casos, incluso la persona que aparece hablando no es real: se trata de una creación generada por inteligencia artificial (IA).
La salud en manos del algoritmo
El fenómeno de los “Doctor Reels” refleja una realidad creciente: las redes sociales se han transformado en el consultorio más concurrido. Según un estudio de McKinsey en 2024, el 26 % de los latinoamericanos utilizan redes sociales y aplicaciones de salud como su principal fuente de información y consulta. Aunque la mayoría aún considera a los médicos como la fuente más confiable (44 %), este porcentaje revela una cantidad considerable de personas en busca de información en internet sobre salud antes de acudir a un profesional médico.
A muchos nos ha pasado que, al sentir una molestia, lo primero que hacemos es buscar información antes de acudir al médico. Esta tendencia no sorprende. TikTok e Instagram suelen dar más visibilidad a contenidos cortos, llamativos y fáciles de compartir, lo que vuelve muy populares los consejos caseros o ‘naturales’. El problema es que ese mismo formato también ayuda a difundir información falsa, con remedios que no siempre dan el resultado esperado.
Algunos estudios muestran que, en ciertas temáticas como tratamientos, vacunas o enfermedades crónicas, la desinformación en redes puede llegar hasta el 87 %. Esta brecha entre la frecuencia con que las personas usan internet para consultar dolamas y la confianza que depositan en esa información pone de relieve la necesidad de comprobar el contenido que vemos en las plataformas digitales.
Lo más importante es que, ante cualquier duda o problema de salud, las personas acudan directamente a profesionales médicos, quienes ofrecen diagnósticos y tratamientos respaldados por la ciencia y su experiencia clínica.
¿Dónde queda el sentido crítico?
La fe cristiana nos enseña a cuidar la vida y la salud como un don preciado de Dios. Por ello, también implica actuar con responsabilidad y criterio en lo que consumimos, tanto física como digitalmente. Como señaló el papa Francisco en Christus Vivit, "no todo lo que es técnicamente posible o popular es éticamente aceptable" (CV, 104).
En definitiva, frente al aumento de contenidos sobre salud en redes sociales, es necesario mantener una actitud crítica y preguntarnos: ¿quién lo dice?, ¿es confiable?, ¿existen estudios que respalden esta información? Hacernos estas preguntas protege no solo nuestra salud, sino también nuestra dignidad.
Verifica lo que ves
• Confirma siempre si quien habla es un profesional de la salud con credenciales visibles.
• No sustituyas tratamientos médicos por remedios vistos en redes sin consultar con un médico.
• Denuncia publicaciones peligrosas o engañosas.
• Evita compartir información de la que no estés seguro de su veracidad.
• Revisa los comentarios de la publicación, allí puedes encontrar opiniones que ponen en duda o confirman la información.
- Investiga más allá de la imagen o video con instituciones de salud pública o sitios web de organizaciones especializadas.
En tiempos donde los contenidos virales parecen tener más peso que la evidencia científica, estamos llamados a ser personas responsables. No se trata de desconfiar de todo, sino de aprender a discernir.