Patagonia Salesiana Con una mezcla de entusiasmo, gratitud y expectativa, del 26 de abril al 8 de mayo, treinta y dos peregrinos emprendimos una travesía con alma y corazón salesiano. Nuestro punto de partida fue la bulliciosa y cosmopolita ciudad de Buenos Aires. Desde allí iniciamos un recorrido que, más que geográfico, fue espiritual: queríamos conocer los pasos de los primeros misioneros enviados por Don Bosco y dejarnos tocar por la santidad que sembraron en tierras lejanas.

 

El primer destino del viaje fue Puerto Madero, a orillas del Río de la Plata. Allí recordamos con reverencia el 14 de diciembre de 1875, día en que atracaron los primeros salesianos enviados por Don Bosco. El sueño misionero comenzaba a hacerse realidad.

Pronto se nos presentó la metodología que guiaría nuestro camino: una mirada histórico-crítica, discursos llenos de anécdotas y nombres, oración intensa, caminatas largas en medio de risas, y un fuerte sentido de pertenencia que nos fue marcando el alma.

Nuestra ruta por la ciudad nos llevó a lugares emblemáticos de la primera presencia salesiana: la parroquia San Juan Evangelista, en el barrio de La Boca —la primera en la historia salesiana—; el majestuoso Santuario de María Auxiliadora de Almagro, casa de nuestra Madre; y la iglesia Mater Misericordiae, sede de un museo interactivo que retrata la vibrante actividad misionera nacida en Argentina.

Poco a poco, fuimos descubriendo las opciones pastorales y misioneras que Don Bosco soñó para estas tierras: una pastoral atenta al mundo migrante y a las periferias; una prontitud para asumir la misión, pero también la paciencia sabia frente a realidades nuevas y complejas. Y la formación profesional como vía de dignificación y salida laboral para los jóvenes más pobres del entorno urbano.

Tras las huellas de Laura Vicuña y san Artémides Zatti

Después de nueve horas de carretera, llegamos a Bahía Blanca, ciudad clave en la historia salesiana. Aquí vivió su juventud san Artémides Zatti, y reposan los restos de la beata Laura Vicuña.

Zatti se destacó por su servicio incansable, su cercanía con la comunidad, y su espíritu alegre. Aún se recuerda su labor como monaguillo en la catedral local. Aunque la casa paterna se ha perdido entre los edificios modernos, su huella permanece viva. En esta ciudad, los salesianos asumieron la iglesia central —hoy catedral—, y desde ahí la presencia floreció. Actualmente, Bahía Blanca es también sede del Archivo Histórico Salesiano de la Patagonia.

Uno de los momentos más conmovedores fue celebrar la Eucaristía junto a la tumba de Laura Vicuña. Un aire solemne, pero profundamente juvenil, inundó el ambiente.

A las puertas de la Patagonia Salesiana

Tras varias horas de viaje, llegamos a Fortín Mercedes, un lugar en medio de la inmensidad. Aquí floreció una de las primeras presencias salesianas en la región.

Durante años, este fue el lugar donde descansaron los restos del beato Ceferino Namuncurá, joven mapuche que conoció a los salesianos y sintió el ardiente deseo de ayudar a su pueblo desde la fe.

El corazón de esta obra es la iglesia de María Auxiliadora, un templo imponente que conserva en su altar mayor uno de los primeros cuadros de la Virgen bendecidos por Don Bosco, enviado especialmente para la misión en estas tierras.

Actualmente, Fortín Mercedes alberga una escuela salesiana y otra dirigida por las Hijas de María Auxiliadora, además de un museo cuidadosamente elaborado sobre los primeros misioneros y una réplica del fortín que da nombre al lugar.

Un medio día más de camino nos condujo hasta las ciudades de Viedma y Carmen de Patagones. El frío y los colores otoñales nos dieron la bienvenida a esta puerta de entrada a la vasta Patagonia. Estas dos ciudades fueron claves para el sueño misionero salesiano: accesibles por río y por mar, se convirtieron en puntos estratégicos para irradiar presencia pastoral hacia el sur del continente.

Esta peregrinación nos llevó a recorrer lugares cargados de historia y, al mismo tiempo, reavivó el espíritu misionero de Don Bosco.

 

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