Editorial Los jóvenes son el motor de la transformación en una sociedad, representan el cambio y la innovación, y es crucial comprender sus necesidades, desafíos y potencialidades.

En un mundo que a menudo se debate entre dos visiones extremas de la juventud, es importante reflexionar sobre el papel que desempeñamos como adultos en la formación de las generaciones venideras.

Mientras los adultos nos movemos con cierta torpeza, cuando no desconfianza, en la era digital, los jóvenes y niños navegan en ella con agilidad y desenfado. Relaciones de amistad, estudios, entretenimiento , incluso la espiritualidad se desarrolla en este nuevo mundo digital.

Se han adentrado con desenvoltura en un mundo mágico que les abrió las puertas de esa fascinante cultura. Atraídos por la magia de los artilugios digitales, se han convertido en exploradores incansables de la inagotable gama de oportunidades que se abren constantemente ante sus ojos.

Y nosotros los adultos nos rascamos la cabeza, haciéndonos mil preguntas sin respuestas convincentes. ¿Bueno o malo?

La cultura juvenil de hoy es compleja y diversa. Los jóvenes de nuestra época se enfrentan a desafíos y oportunidades únicos, y como adultos, es nuestra responsabilidad guiarlos, comprenderlos y apoyarlos en su camino hacia un futuro brillante y significativo.

La relación intergeneracional es clave para construir un mundo en el que los jóvenes puedan florecer y contribuir positivamente a la sociedad.

En lugar de demonizar la realidad en la que viven, maravillemos, pero con los ojos bien abiertos. Y, prudentes como serpientes, ofrezcamos nuestra mano amiga a los jóvenes incautos para que su ilusión no termine en alucinación, cómo dice el conocido refrán salesiano: Con Don Bosco y con los tiempos.

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