“ A Dios nadie lo ha visto jamás; el Unigénito de Dios, que está en el seno del Padre, Él lo ha dado a conocer” (Jn 1,18). Dios no es algo lejano y mudo, sino que ha hablado; se ha comunicado para darnos a conocer su amor. Dios se nos ha revelado. La Revelación o Palabra de Dios es la base de la fe cristiana y de toda norma de conducta. Existen diversas formas de revelación de la Palabra de Dios:
La más importante es la Revelación Sobrenatural.
1. La Palabra de Dios es, ante todo, el Hijo único de Dios: el principio existía la Palabra, la Palabra estaba junto a Dios, la Palabra era Dios (Juan 1,1). Y esa Palabra, se «hizo carne y habitó entre nosotros» (Juan 1,14); por tanto, la Palabra de Dios,
propiamente hablando, es Jesucristo. Apocalipsis 19,13 dice: “Su nombre es Palabra de Dios”. La fe cristiana no es una «religión del Libro».Religiones del libro son las iglesias evangélicas que se basan exclusivamente en la Biblia. Pero la fe cristiana no depende de un libro. El cristianismo es la religión de la Palabra de Dios, o sea, de Jesucristo: Dios hecho hombre. El cual no cabe en un libro. Palabra de Dios y Biblia no son exactamente lo mismo.
2. La Palabra de Jesucristo se transmite en la Tradición oral de la Iglesia. Veamos lo que dice el Evangelio de Juan 21, 24 -25 “Quedan otras muchas cosas que hizo Jesús. Si quisiéramos escribirlas una por una, pienso que los libros escritos no cabrían en el mundo”. Se deduce que la Biblia no lo dice todo. Las otras cosas que hizo Jesús y que no se escribieron, no se han perdido. Perviven en la Tradición viva de la Iglesia.
Jesucristo no escribió nada ni mandó escribir. Jesucristo ordenó a los Apóstoles predicar el Evangelio. Este mandato se cumplió fielmente, pues los Apóstoles transmitieron de palabra lo que habían aprendido de Cristo y lo que el Espíritu Santo les enseñó (Juan 14,26). La Palabra de Dios permaneció en la predicación de los Apóstoles antes de que existiera el Nuevo Testamento.
Por esta razón, lo propiamente fundamental del cristianismo es la predicación viva de la Iglesia. De ahí surgió, posteriormente, el Nuevo Testamento escrito por hombres de la Iglesia.
3. De modo semejante, creemos lo que dice la carta a los hebreos 1, 1-2 ‘Dios, en el pasado, habló a nuestros padres por medio de los profetas, en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio de su Hijo’. Por eso el Antiguo Testamento es palabra de Dios, como lo es el Nuevo Testamento. Juntos forman la Biblia que recoge aquella parte de la Palabra de Dios que fue puesta por escrito. La Sagrada Escritura adquiere preeminencia especial, porque ha sido inspirada por el Espíritu Santo.
Pero existe también una Revelación Natural que llega a todos los seres humanos, aunque no conozcan la Biblia.
1. La voz de Dios nos habla a través de la conciencia individual (“La Ley está en tu corazón” (Dt 30,14). Lo que nos dice, en resumen, es: "Haz el bien y evita el mal”. Esta palabra de Dios obedecida con humildad salva a quienes, sin culpa, no conocen a Jesucristo. Pero, con su actuar honesto, manifiestan un deseo sincero de servir a Dios y cumplir su voluntad.
2. El Universo, con su orden, grandeza y belleza, es también un mensaje de Dios. La carta a los Romanos 1,20 dice: “Lo invisible de Dios, su poder eterno y su divinidad, se hacen reconocibles a la razón, desde la creación del mundo por medio de sus obras”. También a través de la creación Dios manda un mensaje a todos los seres humanos y espera de ellos una respuesta de fe.
Catequesis, la Escritura “inspirada por Dios”
Queridos hermanos y hermanas
Continuamos nuestra catequesis sobre el Espíritu Santo que guía a la Iglesia hacia Cristo, nuestra esperanza. Él es el guía. La vez pasada contemplamos la obra del Espíritu en la creación; hoy lo vemos en la revelación, de la que la Sagrada Escritura es un testimonio autorizado e inspirado por Dios.
En la Segunda Carta de Pablo a Timoteo figura esta afirmación: "Todo los hombres están inspirados por Dios" (3:16). Y otro pasaje del Nuevo Testamento dice: “hombres movidos por el Espíritu Santo, han hablado de parte de Dios (2 Pe 1:21). Esta es la doctrina de la inspiración divina de la Escritura, la que proclamamos como artículo de fe en el “Credo”, cuando decimos que el Espíritu Santo “habló por medio de los profetas”. La inspiración divina de la Biblia.
El Espíritu Santo, que inspiró las Escrituras, es también el que las explica y las hace eternamente vivas y activas. De inspiradas, las vuelve inspiradoras. Las Sagradas Escrituras, inspiradas por Dios, dice el Concilio Vaticano II, comunican inmutablemente la palabra del mismo Dios, y hacen resonar la voz del Espíritu Santo en las palabras de los Profetas y de los Apóstoles (n. 21). De este modo, el Espíritu Santo continúa, en la Iglesia, la acción del Resucitado que, tras la Pascua, “abrió la mente de los discípulos para que comprendieran las Escrituras” (cfr Lc 24,45). Catequesis “Toda la Escritura está inspirada por Dios”. Papa Francisco 12 de junio 2024.