Cada uno de nosotros, al compartir nuestra vivencia junto a Jesús con los demás, nos convertimos en una especie de "catequistas exprés". Sin embargo, hay personas que se dedican, de forma comprometida y fiel, a las enseñanzas de la Palabra de Dios: hombres y mujeres que sienten el deseo profundo de transmitir y acompañar a otros en su camino de fe. Ellos son un pilar fundamental para la Iglesia, ya que se encargan de la preparación de las celebraciones litúrgicas y del proceso de aprendizaje en la fe cristiana para la recepción de los sacramentos.
En nuestro ambiente salesiano, el catequista del oratorio es un facilitador esencial en la vida de niños y jóvenes, ayudándolos a crecer en la fe, la amistad y el compromiso social. Su labor no solo se centra en la formación religiosa, sino también en la creación de un entorno donde los jóvenes descubren su identidad, desarrollan habilidades y se convierten en líderes dentro de su comunidad. A través de su dedicación y amor, el catequista del oratorio es una figura clave en la formación de futuros cristianos y ciudadanos responsables.
Por otro lado, está el catequista de sacramentos, quien, por un tiempo específico, prepara a niños, jóvenes y adultos para recibir sacramentos como el bautismo, la eucaristía (primera comunión), la confirmación, el matrimonio, la penitencia y reconciliación, el orden sacerdotal y la unción de los enfermos.
Aunque existen otros tipos de catequistas, como los catequistas de familia, de música, de escuela, entre otros, el Directorio para la Catequesis destaca que: "El fin definitivo de la catequesis es poner a uno no solo en contacto, sino en comunión, en intimidad con Jesucristo: solo Él puede conducirnos al amor del Padre en el Espíritu y hacernos partícipes de la vida de la Santísima Trinidad".
Un don
A continuación, resaltamos la labor del catequista salesiano con dos testimonios de nuestra inspectoría, que refleja el don de transmitir la Palabra y el amor por Jesús.
Cristhian Salgado
22 años
Catequista de la Parroquia María Auxiliadora, Honduras.
"Para ser catequista salesiano, me he guiado por el ejemplo de San Juan Bosco. Él se ha convertido en mi guía en este camino que Dios me ha encomendado. Me mantengo fiel a su modelo de alegría y amor, entregando todo de mí en beneficio de los Jóvenes. Otra fuente de inspiración es mi abuela. Ella, muy devota y firme en su fe, me acompañó en cada momento, me alentó y me dio fuerzas para seguir creciendo como persona y catequista.
Encontré mi vocación como catequista al mismo tiempo que descubrí mi vocación profesional. Desde pequeño, conservaba la ilusión de ser maestro. Ser catequista me ha traído muchas bendiciones, y una de ellas es que mi familia me ve como un buen ejemplo para los jóvenes. Estoy seguro de que en la vida de todo catequista, Dios está presente y se manifiesta de muchas maneras. Personalmente, he descubierto la presencia de Dios en las sonrisas de los Jóvenes, en cada momento compartido y en cada experiencia vivida. Además, los retiros espirituales han sido para mí la instancia más significativa para encontrarme con Dios, donde he logrado contemplar su amor de manera más profunda".
Luz Argueta
23 años
Catequista de sacramentos del Colegio Don Bosco, El Salvador.
"Descubrí mi vocación después de haber formado parte durante mucho tiempo de mi grupo de infancia y adolescencia misionera, donde me motivaron a ser catequista de niños. Hace 3 años llegué a la Familia Salesiana para impartir catequesis, y lo que me inspiró a convertirme en catequista salesiana fue el amor a la Virgen María. El catequista salesiano se encomienda a Dios, prepara su corazón y mente, y dedica tiempo a formarse para brindar una buena enseñanza, siguiendo el sistema preventivo de Don Bosco que combina razón, religión y amor".