La esperanza no es solo un sentimiento bonito; es un regalo, una responsabilidad que nos impulsa a actuar y transformar nuestra realidad. San Pedro nos recuerda esto cuando dice: «Estén siempre dispuestos a dar respuesta a cualquiera que les pida razón de su esperanza». En este mensaje resuena el espíritu salesiano: dar razón con claridad y alegría.
Pero, ¿por qué es tan importante la esperanza? Vivimos en una sociedad que a menudo parece atrapada en una falsa alegría. La publicidad, los medios y algunos discursos prometen bienestar superficial, pero esa "alegría" puede convertirse en tristeza cuando se centra solo en lo material. Como nos recuerda el papa Francisco en la Bula que anuncia el jubileo "Spes non confundit", estamos llamados a recuperar la verdadera alegría, la que viene de vivir en comunión con Dios y mirar más allá de lo inmediato.
En nuestra misión educativa y evangelizadora como Familia Salesiana, acompañamos a los jóvenes en su camino hacia una “vida eterna” que comienza aquí y ahora. Y no hablamos de algo lejano o abstracto; vida eterna es, como dice Jesús, conocer a Dios y vivir iluminados por su amor. Este es nuestro verdadero tesoro, mucho más grande que cualquier seguridad terrenal.
La esperanza es contagiosa
Cuando vivimos con esperanza, se nota. Esa actitud inspira y motiva a quienes nos rodean. Como educadores de la fe, tenemos el privilegio de caminar con los jóvenes y ayudarles a descubrir el sentido profundo de sus vidas. Es un camino que no recorremos solos. La Virgen María nos acompaña como madre y modelo de fe, ofreciéndonos consuelo y esperanza en cada paso.
Sin embargo, vivir con esperanza también exige coraje. Coraje para mirar más allá de las dificultades y reconocer en cada situación una oportunidad para actuar con amor. Coraje para ser a nuestra identidad cristiana y compartir lo que hemos recibido con las nuevas generaciones.
Un llamado a la acción
Desde el inicio de la congregación salesiana hasta nuestros días, la esperanza ha sido el motor de nuestra acción educativa. Como dice el artículo 34 de las Constituciones de los Salesianos de Don Bosco: «Evangelización y catequesis son la dimensión fundamental de nuestra misión». Ser educadores de la fe no es solo una tarea, es un estilo de vida, una alegría que brota del encuentro personal con Cristo. Hoy, al igual que Don Bosco, estamos llamados a ser signos de esperanza para los jóvenes. Esto implica guiarlos hacia el encuentro con Jesús resucitado, ayudándolos a descubrir el sentido profundo de sus vidas. Como Familia Salesiana, nuestra misión se centra en esta esperanza activa que transforma corazones y comunidades.
La misión continúa
El Jubileo que celebramos este año nos invita a poner a Jesús en el centro de nuestra vida y acción. Esta renovación espiritual nos fortalece para continuar nuestra misión educativa y pastoral. La esperanza no nos aísla; al contrario, nos une como comunidad y nos impulsa a construir un mundo más solidario y lleno de amor.
Al final, no se trata solo de enseñar, sino de acompañar, de ser “guías espirituales” que introducen a los jóvenes en la experiencia viva de Dios. Con coraje, esperanza y la intercesión de María Auxiliadora, seguimos adelante, llevando la luz del Evangelio a todos los rincones.
Que esta esperanza nos inspire a vivir con renovada pasión nuestra misión salesiana, recordando siempre que nuestra mayor alegría está en ser signos del amor de Dios para los jóvenes y el mundo entero.
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El Vicario del Rector Mayor de los Salesianos de Don Bosco, Don Stefano Martoglio, presenta el Aguinaldo para 2025: «Anclados a la esperanza, peregrinos con los jóvenes".
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