Desde sus primeros años en Valdocco, Don Bosco intuyó que su misión no se limitaba a cuidar a los jóvenes, sino a convocarlos a descubrir su vocación. Esta convicción, que marcó toda su vida, continúa hoy como una urgencia pastoral para quienes queremos acompañar a las nuevas generaciones en el arte del discernimiento.
El padre Luis Corral, nos recuerda que Don Bosco no fue solo un maestro de oratorio, sino un auténtico cultivador de vocaciones, de esas que nacen en la vida cotidiana, se alimentan en el acompañamiento espiritual y florecen cuando hay un entorno educativo y afectivo que las impulsa.
Una llamada libre
Para Don Bosco, Dios llama con libertad. El joven es libre de responder o no, pero también es responsable de buscar con seriedad el proyecto de vida que Dios le propone. Desde la experiencia personal de sueños, dudas, amistades y acompañamiento, Don Bosco fue descubriendo su camino. Y así quiso ayudar también a sus muchachos: no imponiendo, sino iluminando, con ternura y firmeza.
En este proceso, destaca la figura del acompañante espiritual, como lo fue para Don Bosco el padre Cafasso. Esta mediación se vuelve esencial también hoy para ayudar a los jóvenes a interpretar su historia, descubrir sus dones y discernir su vocación.
En tiempos en que la cultura del descarte y la inmediatez amenazan el sentido profundo de la existencia, el Oratorio de Valdocco sigue siendo válido: crear espacios donde los jóvenes puedan escucharse a sí mismos, a Dios y a otros que los animen a soñar.
Testigos que inspiran
“Recordemos que regalamos un tesoro a la Iglesia cuando procuramos una buena vocación”, escribió Don Bosco en su testamento espiritual. Esta convicción se vuelve hoy un llamado urgente: necesitamos testigos que inspiren con su vida, que sepan escuchar, acompañar, corregir con cariño, proponer con alegría y ser reflejo del amor de Dios.
Hoy, la pastoral vocacional es una misión compartida. Cada educador, catequista, animador, cada joven que ya ha encontrado su vocación puede ser una chispa que enciende la inquietud en otro corazón.
Las claves para animar vocacionalmente al estilo de Don Bosco basados en su experiencia siguen siendo eficaces:
- Proponer tiempos de oración, en lenguaje juvenil, que ayuden a interiorizar y discernir.
- Cuidar el sacramento de la Reconciliación como espacio de escucha, crecimiento y encuentro con Dios.
- Apostar por el acompañamiento personalizado, especialmente en momentos clave del desarrollo.
- Fomentar grupos donde se viva la fraternidad, la misión y el compromiso como expresión de una vocación.
- Ser una comunidad que convoca, que vibra con la esperanza, que sueña con Dios y con los jóvenes.
Don Bosco no solo creyó en las vocaciones: sembró con pasión, acompañó con ternura y confió siempre en la libertad del joven. Hoy, su espíritu nos empuja a seguir convocando.
La vocación, un camino de esperanza
El 19 de marzo de 2025, desde el Policlínico Gemelli, el papa Francisco firmó su último mensaje para la 62ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Hoy, tras su partida a la Casa del Padre, estas palabras resuenan con más fuerza y profundidad, como un legado espiritual que interpela a toda la Iglesia.
El papa Francisco nos invitó a ser peregrinos de esperanza, hombres y mujeres que entregan su vida como respuesta generosa al llamado de Dios. Reconocía los desafíos que enfrentan los jóvenes: el ruido del mundo digital, la incertidumbre ante el futuro, el dolor causado por la injusticia y la guerra. Y, sin embargo, afirmaba con convicción que cada vocación, laical, consagrada o sacerdotal, es una semilla de esperanza que Dios planta en el corazón humano.
Animó a crear espacios de discernimiento, silencio y acompañamiento; a mirar con ternura a quienes buscan su camino. Y a los jóvenes les recordó que su vida no es un “mientras tanto”, sino el ahora de Dios.
Hoy, su voz sigue viva, Francisco creyó con pasión en una Iglesia fecunda, llena de vocaciones, que anuncian con alegría que seguir a Cristo vale la pena sin importar la vocación que se elige.