La información puede ser maliciosa En estos días en que escribo, los vocablos Maduro, Trump, Temer, Neymar... se roban los espacios informativos.

¿Cuánto tiempo estarán imponiéndose a nuestra atención? La curiosidad o interés de millones de personas están magnetizadas por personajes que acaparan la información periodística.

El servicio de noticias dejó de ser un oferta ocasional para convertirse en un río informativo que no cesa de presentar, en confusa mezcla, lo interesante y lo banal, lo trágico y lo divertido, la noticia fuerte y el rumor malicioso.

Hoy más que nunca hay que armarse de cautela para que no nos den gato por liebre. Porque hay información maliciosa o, para decirlo con más claridad, hay desinformación descarada. Es preciso aprender a oír o leer los servicios informativos con una ceja levantada, mejor si con las dos. Cautela, y no tragarse acríticamente cuanto circula por las redes informativas. Espabilar la inteligencia para saber discernir el oro de la paja.

Todos somos receptores y transmisores de noticias.
Los medios de comunicación social ofrecen a cualquier hijo de vecino la posibilidad de convertirse en “periodista”. Además de ser cautos a la hora de digerir la información que nos llega abundante, se necesita una dosis alta de cautela para encender la computadora y lanzar a los cuatro vientos información no corroborada. ”Prudentes como las serpientes”, tenemos la delicada responsabilidad de digerir lo saludable y ofrecer lo constructivo.

Como cristianos, tenemos la noble oportunidad de ofrecer noticias buenas, información constructiva. Dar a conocer la buena noticia que es Jesús, Luz y Verdad.

La información no es aséptica. Es una información hecha historia. Detrás de las noticias hay personas de carne y hueso. En el fondo, se trata de narraciones de retazos de vidas humanas. Historias de dolor o gozo, de fracaso o triunfo, de egoísmo o solidaridad, de violencia o de paz.

No tenemos a nuestro alcance poderosos medios de difusión informativa. Pero en nuestro pequeño mundo podemos ser linterna que ilumine. El Evangelio de las buenas nuevas, traducido a nuestra realidad mínima.

Qué bella tarea, y qué constructiva, la de echar a rodar buenas noticias, comentarios elogiosos, palabras de estímulo. Convertirnos en descubridores del enorme bien que se halla a nuestro alrededor y que necesita de alguien que lo ponga en el candelero.

¿De qué nos alimentamos? ¿De trigo o de cizaña? ¿De qué alimentamos a los que nos rodean? Ofrezcamos el pan tierno y la comunicación constructiva. Así colaboraremos en romper el círculo vicioso de la angustia y frenar la espiral del miedo, consecuencias de una información alarmista y sesgada.

 

 

 

 

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