Eucaristia Juan Pablo Arias “Tomen y coman”, es la invitación de Jesús a todos nosotros los que integramos su familia. ¡Quién puede rechazar esa increíble invitación! Y no se trata de un banquete cualquiera por muy apetitoso que sea. Es Cristo mismo quien se ofrece como alimento.



Esta invitación de Jesús tiene rasgos que la hacen excepcional. Primero, el contexto es de fiesta. Los cristianos nos reunimos, invitados por Jesús, para celebrar una amistad humanamente impensable: los amigos de Jesús alrededor de su mesa. Un encuentro de amigos. Eso hay que celebrarlo a lo grande.

No es cualquier alimento. Es el mismo Jesús que se ofrece a nosotros: Este es mi cuerpo, esta es mi sangre. La vida divina que inunda nuestro ser. Y como tal nos hace fuertes contra el mal y capaces de comunión recíproca.
La eucaristía es la joya de la corona de nuestra fe, lo más valioso que Jesús nos deja. Alimentarnos de Jesús: quién lo hubiera imaginado. Por eso nos acercamos a recibir el Pan con humildad, admiración y devoción. Afortunados nosotros que formamos parte de su grupo íntimo.

La eucaristía es Jesús que entrega su vida en sacrificio por nosotros, los hijos dispersos por el pecado, para elevarnos a la categoría de hijos de Dios. Ese gesto de la última cena es un preludio de la pasión dolorosa y humillante que comenzará pocas horas después en Getsemaní.

Esa dimensión de sacrificio nos capacita para que podamos también nosotros dar nuestra vida a favor de los demás para que ellos también tengan vida. La eucaristía es el sacramento del amor.

¿Hace falta un mandamiento que nos obligue a “ir a misa”? Sería vergonzoso si asistiéramos a misa bajo la presión de una ley. Si fuera así, sería indicador de infantilismo religioso.

También esta la increíble realidad de Jesucristo en el sagrario. A nuestro alcance, como amigo. Dichosos los cristianos que reservan momentos privilegiados para acudir al sagrario y conversar a sus anchas con el amigo.

Don Bosco colocó en el centro de su sistema educativo dos puntos fuertes: la eucaristía y la Virgen María. Esa dimensión religiosa fue un puntal decisivo para despertar en sus sencillos jóvenes ideales de santidad.

“Tomen y coman”. Quién desperdiciará esa asombrosa invitación.


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