Regalo para el Pueblo de Dios que sufre, cree y confía. ¿Qué es lo primero que pensamos cuando decimos “santo”? ¿Qué imágenes nos vienen a la memoria? ¿A qué asociamos la “santidad”? Sin duda nos encontraremos con una pluralidad de ideas, experiencias y recuerdos. Como personas creyentes, es bueno ir a la fuente, a la Palabra de Dios. Allí vamos descubriendo esa hermosa trama de encuentros, de búsquedas, de alegrías y desafíos entre la iniciativa de Dios y la respuesta libre del ser humano.

“Sean santos como yo soy santo”

Ser santos es un don, un regalo, que nos llama a responder, a valorar y a aceptar. Otra expresión de esa santidad de Dios se manifiesta en la misericordia. Dios es misericordioso, es él quien viene a nuestro encuentro, y nos hace capaces de ese diálogo amoroso y filial que nos lleva hacia la plenitud. Desde luego, cada uno por su camino, dando lo mejor de sí. Don Zatti decía a sus compañeros y pacientes: “A Jesús hay que darle lo mejor”.

Esa santidad se realiza en la experiencia de ser Pueblo de Dios, animado por el Espíritu Santo, alma de toda la riqueza espiritual que hace presente los valores del Reino de Dios. Los santos son miembros del Pueblo de Dios que acompañan su peregrinar hacia lo eterno. Es muy interesante la realidad de ser “pueblo”: en ese contexto se viven logros, tiempos de alegría y de paz, pero también el dolor de las tristezas, como las enfermedades, la pérdida de seres queridos o la dureza de la pobreza.

Como Zatti, testimonios de alegría y humor

Ser santos es vivir una fuerte y rica experiencia de encuentro con el Amor de Dios, que libera y lleva a plenitud el deseo más profundo de amar; es decir, de ser felices. Ser santo es dejarse abrazar en la propia pequeñez por el amor misericordioso de Dios, que a todos nos llama a ser felices. Por iniciativa gratuita y amorosa de Dios, todos estamos invitados a ser santos.

Podemos tener una idea que el santo es alguien tristón, agriado, melancólico, sin energía ni pasión. Al contrario. Dice Francisco: “El santo es capaz de vivir con alegría y sentido del humor. Sin perder el realismo, ilumina a los demás con un espíritu positivo y esperanzado”. (Gaudete et Exultate, 122)

La santidad de Don Zatti es expresión clara del camino espiritual propuesto por san Francisco de Sales y que san Juan Bosco asume para su proyecto educativo pastoral al servicio de los jóvenes pobres. Un camino espiritual, con la propuesta de santidad para todos, viviendo con alegría y profunda confianza en el amor providente de Dios. Zatti lo sintetizará en esa hermosa expresión: “Cómo no sonreír siempre, si Dios nos ama tanto”.

Amor y atención para todos

Don Zatti es uno del pueblo: todos lo sienten como suyo, de allí que lo llamaran el “pariente de todos los pobres”. Su presencia en la población de la comarca de Viedma y Carmen de Patagones va transmitiendo alegría y serenidad. Es una presencia que acorta distancias. Un hermano que sale al encuentro de los vecinos.

En su accionar, tanto en el hospital San José como en la comunidad salesiana, en la vecindad va irradiando su alegría y bondad que genera serena simpatía. Todos se sienten bien en el encuentro con Zatti. A cada uno presta atención. Su bicicleta se convierte en signo de ese salir al encuentro y acortar distancias. En su corazón salesiano y de enfermero todos son importantes, y se multiplica para llegar a todos y servir a Jesús en cada sufriente o vecino.

Sabe comunicarse con todos, tiene un gesto para los niños, un chiste o una palabra de aliento para cada uno. La gente sencilla y los pobres son los primeros que logran captar su estatura espiritual. Es el mismo vecindario, que se siente acompañado y cuidado por el corazón caritativo de Zatti: lo consideran un santo.

“Hay que saber tragar amargo y escupir dulce”

Don Zatti ha vivido en su propia historia las dificultades y dolores de la pobreza y la enfermedad. Con su familia ha tenido que emigrar buscando mejores posibilidades de vida. Llegan dejando su tierra, su gente, traen en su corazón la tristeza de quien tiene que salir de su lugar, pero también la fuerte esperanza de un mundo con más oportunidades.

Su propia historia abrazada con fe lo forma y prepara para ser medicina en medio de tantos hermanos enfermos y pobres. Su propio camino le permitirá tener ese corazón compasivo y fraterno con todos, especialmente con los sufrientes. Su sonrisa, su palabra y sus gestos se convierten en medicina que anima y fortalece. Cuando lo consultan por las dificultades y problemas que debe enfrentar dirá: “Hay que saber tragar amargo y escupir dulce”, expresión de quien abraza y encuentra en la cruz la fuerza para ser manifestación del amor de Dios a los demás.

Zatti, santo, es un claro regalo de Dios a su Pueblo. Los pobres, enfermos y sufrientes encuentran un hermano cercano, comprensivo y solícito para socorrerlos y ayudarlos al encuentro con Dios y su gracia. Zatti no sólo sanaba el cuerpo sino, como hombre de fe y buen cristiano, ayudaba a su gente a crecer en la fe.

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