vivir su vocación salesiana como salesiano “coadjutor” le facilita la cercanía con los más necesitados En las cosas grandes, uno puede fingir. En las cosas pequeñas, uno se muestra como es. Y en esta respuesta podemos rastrear algo de la vida y el corazón de Don Zatti.

Cercano, hermano

A Zatti le tocó sufrir el desarraigo, la emigración, las limitaciones económicas que hacen que deba dejar de estudiar para trabajar, las dificultades para abrirse paso en su comunidad. Todos aspectos que son síntomas de pobreza... y esto, paradójicamente, lo ayudará a comprender los dolores y las necesidades de los pobres.

El vivir su vocación salesiana como salesiano “coadjutor” o “hermano” le facilita esa cercanía. Don Bosco piensa a los salesianos coadjutores como presencia educativa cercana entre los jóvenes y los sectores populares. Lo hace en un contexto social, el de la Italia del inicio de la Revolución Industrial, en el que hay una falta de simpatía por parte del pueblo hacia todo lo que sea “conventual” o “claustral”.

Esta sencillez y la ausencia de “formas” eclesiásticas de los salesianos coadjutores —que no es únicamente la vestimenta o las tareas que se realizan, sino también la forma de pensar, de mirar el mundo entendiéndolo como un lugar donde el Reino de Dios crece—, les permiten estar cercanos y ser uno más, y tener llegada incluso en ambientes y en personas que, de otra manera, se mantendrían alejadas de la fe.

La vocación de hermano coadjutor de Zatti no es el resultado de una carencia, porque “no le queda otra”, dado que la tuberculosis que había padecido cuando estaba en el seminario salesiano de Bernal le impedía continuar con su sueño de ser sacerdote salesiano.

A partir de esa circunstancia, encuentra otra manera de desarrollar su vida y sus ansias de servir y ser feliz. Como muchas veces pasa, del dolor y la limitación pueden surgir más amor y un horizonte muchísimo más amplio que el anterior.

Esta cercanía en Don Zatti se expresa en otro detalle: continúa moviéndose en bicicleta. Le ofrecen comprar algún auto, para moverse “más rápido” y “alcanzar a más personas”, ser más efectivo... ofrecimiento que siempre rechaza. Prefiere la bicicleta, que permite detenerse a dedicar tiempo a las personas.

Con alegría

El Dr. Ecay, médico del hospital, le preguntó una vez: “Don Zatti, ¿cómo hace usted para estar siempre de buen humor?”. Zatti contestó: “Es fácil, doctor: tragando amargo y escupiendo dulce”.

Tener un semblante alegre y responder con humor, aún en las circunstancias más difíciles, surge de un corazón que está en paz con Dios y se siente amado por Él, que sabe relativizar las situaciones, identificando qué es lo esencial.

En comunidad

En el hospital siempre hubo un muy buen equipo de trabajo que Don Zatti formó a su imagen y semejanza. Trabajaron allí otros salesianos e Hijas de María Auxiliadora, además de varios médicos y enfermeras. En todos ellos, la motivación inicial era poder ayudar con profesionalismo y una visión integral a quienes más lo necesitaban. Y, desde la perspectiva de Zatti, ayudar también a crecer en la fe a quienes eran sus colaboradores.

Un médico, con serias dudas de fe, llegó a decir: “Frente a Zatti, flaquea mi incredulidad... Si hay santos sobre la tierra, ese es uno de ellos. Cuando estoy por tomar el bisturí en la sala de operaciones y lo miro a él ayudando en la operación, con su sabiduría de enfermero y con el rosario en la mano, el ambiente se llena de algo sobrenatural...”.

 

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