La paternidad del Padre sobre nosotros se realiza en forma nueva e inefablemente íntima por medio de la misión del Hijo, de suerte que como somos hijos de Dios en el Hijo. La invocación de Dios como padre es conocida también en otras religiones. Con este término se quiere destacar que Dios es el origen de todos y que es bondad y solicitud amorosa para con todos los hombres, actuando como lo hace un buen padre con sus hijos.

En la Escritura esta ternura se expresa incluso mediante la imagen de la maternidad: “Como uno a quien su madre consuela, así los consolaré yo” (Is 66,13; ver Is 49; Os 11,1-9; Jr 31,9.20). Pero Dios, como Ser Supremo trasciende la distinción de los sexos y al mismo tiempo es origen y medida de toda otra paternidad: de Él “toma nombre toda paternidad en el cielo y en la tierra” (Ef 3,15).

La paternidad de Yahveh sobre Israel se basa en el hecho de que es el pueblo elegido por Dios para ser portador de los misteriosos designios divinos de salvación. Para ello le promete protección continua, aunque los corrige cuando son infieles, ‘como un padre corrige a sus hijos’ (Is 64,7). Dice el Sal 103: “Como un padre tiene piedad de sus hijos, así Dios tiene piedad de los que le temen, porque sabe de qué estamos formados y se acuerda de que somos barro”.

El mensaje de Cristo sorprendió a sus oyentes y, en cierto sentido, era inaudito, pero había tenido una preparación en la afirmación de la paternidad de Dios con respecto al pueblo y, en especial, con respecto al Mesías.

Cuando Cristo enseña a los discípulos a rezar el Padrenuestro está proponiendo el tratamiento básico con que el cristiano ha de dirigirse a Dios. He aquí algunos textos de Mt 5-7: Para que sean hijos de su Padre, sean perfectos como el Padre celestial. El Padre que ve en lo secreto... El Padre sabe de qué tienen necesidad. Si se perdonan, el Padre del cielo los perdonará. El Padre cuida los pájaros del cielo. El Padre sabe todo antes de que se lo pidan. El Padre da cosas buenas a los que se las piden.

Pero lo más novedoso en el NT es que Jesús llama padre suyo a Dios en una forma totalmente nueva.

Esto es lo esencial del mensaje del NT sobre Dios: que Dios tiene un Hijo, el cual es eterno y es Dios como el Padre. Esta radical novedad se basa en lo que Jesús ha dicho de su filiación divina, es decir, en la conciencia que Jesús tiene de su ser y de su origen. El Hijo mismo encarnado le llamó mi Dios simultáneamente con mi Padre.

Jesús se siente tan unido al Padre, que éste le ha entregado todo poder; más aún que sólo Él conoce al Padre y, a su vez, sólo el Padre le conoce a Él: “Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar (Mt 11,27).

Jesús se dirige al Padre llamándole Abbá. Manifestación de su singular conciencia de filiación con respecto al Padre. Jesús nunca puso su filiación con respecto al Padre al mismo nivel que la nuestra. Así, por ejemplo, nunca le llamó nuestro Padre, sino que utilizó la expresión mi Padre y su Padre. Lo mismo sucede con la oración: Jesús enseña a orar, pero ora siempre solo. Abba es manifestación de su conciencia de una íntima relación con Dios en cuanto hijo en sentido pleno.

Esto quiere decir que Cristo hace participar a sus fieles en lo que le es propio y personal: su filiación al Padre. Por eso, la conocida afirmación de que somos hechos hijos de Dios en el Hijo por el Espíritu significa que la paternidad del Padre sobre nosotros se realiza en forma nueva e inefablemente íntima por medio de la misión del Hijo, de suerte que como somos hijos de Dios en el Hijo, puede calificarse a sí mismo a Dios como Padre nuestro en el Hijo por el Espíritu Santo.

 

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