DSC 0255El sistema educativo salesiano solo es posible desde el presupuesto
de la santidad. Sin este horizonte, el proyecto de Don Bosco parecería
un cúmulo algo ingenuo de recetas pedagógicas de uso discrecional.

Lo que Don Bosco soñaba no era solo asistencialismo de emergencia para muchachos en situaciones críticas de abandono. 

El relato simbólico del comienzo de la empresa educativa de Don Bosco es su conocido encuentro con el joven Bartolomé Garelli. Ese muchacho desamparado y desorientado en la gran ciudad de Turín se ha convertido en el símbolo de los millares de niños y jóvenes que se beneficiarían de la bondad educativa de nuestro santo. Pues bien, el diálogo vivaz de ese encuentro narrado por el mismo Don Bosco aterriza en la recitación conjunta del Ave María. Luego vendrían las catequesis semanales.

Es pues, evidente que la dimensión religiosa en el proyecto de Don Bosco es fundamental. Más tarde el santo educador acuñaría el lema “Honrados ciudadanos y buenos cristianos” para solidificar la doble dimensión de su interés por los jóvenes pobres y abandonados: felices en la tierra y felices en el cielo.

 

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A Don Bosco le tocó convivir con varios santos en la ciudad de Turín. Profesores suyos, amigos, bienhechores serían posteriormente canonizados. Es un detalle histórico impresionante esa proliferación de santos en ese tiempo y lugar.

Sin embargo casi la totalidad de ellos son figuras sacerdotales: Juan Bosco, José Cafasso, Leonardo Murialdo, Luis Orione. Pareciera que el clero monopolizaba la santidad.

Por eso, sorprende el hecho de que Don Bosco se saliera de los cánones de santidad aceptados y propusiera con valor el camino de la santidad a muchachos de barrio. Logró joyas refulgentes de santidad como Domingo Savio, Miguel Magone, Francisco Besucco, Miguel Rúa, Felipe Rinaldi, Augusto Czartoryski…

Más de medio siglo después de la muerte de Don Bosco, el Concilio Vaticano II abrió puertas y ventanas a todos los miembros de la Iglesia para entusiasmarlos por la santidad como vocación ordinaria. 

 

TM1Cuando el Papa Francisco en la homilía de inicio de su ministerio empezó con la invitación, repetida, varias veces,– “No debemos tener miedo de la bondad, de la ternura! ” – no pude menos que pensar en cómo Don Bosco consideraba fundamental establecer relaciones impregnadas de aquella ternura que él llamaba “amorevolezza”: que “los jóvenes no sólo sean amados, sino que sepan que son amados”.

Para que se conozca, es necesario manifestar el afecto. La amabilidad, el amor demostrado, la ternura, es lo que distingue el estilo salesiano y no sólo cuando se trata de los jóvenes, sino siempre, en toda circunstancia, en todo tipo de relación. Es el modo de hablar, el modo de dialogar, el modo de encontrarse, lo que debe expresar ternura.

“La bondad del trato y la amabilida  sea el carácter de todos los Superiores. El que es humilde y amable siempre será amado por todos, por Dios y por los hombres. Que todos aquellos con quienes hables se conviertan en tus amigos”. Son expresiones repetidas por Don Bosco. No por nada él se refiere, en su praxis educativa y relacional, a la imagen del Buen Pastor que ama a sus ovejas, las conoce por su nombre y si una se pierde, para encontrarla está dispuesto a afrontar los peligros de la noche. Y cuando la encuentra, la pone tiernamente sobre sus hombros para llevarla al redil.

DARIOTengo 26 años de edad, soy el mayor de seis hijos, provengo de una familia de escasos recursos económicos, fui criado solo por mi madre en Santiago de María,
El Salvador. 

A los 17 años emigré a San Salvador para estudiar ciencias jurídicas en la Universidad Nacional. Entonces conocí a Don Bosco, cuando participé en un retiro juvenil ESCOGE en la Ciudadela Don Bosco. El contacto con Cristo joven me ayudó a adentrarme en la pastoral juvenil salesiana.

 

Me involucré en el Oratorio, animado por el lema salesiano: Honrados ciudadanos y buenos cristianos. 

rivasj004Hace unos días me hicieron la siguiente pregunta: ¿En qué medida la espiritualidad salesiana ha enriquecido tu vida? Y la primera respuesta que surgió en mi mente fue: La espiritualidad salesiana ha provocado un vuelco total en mi vida.

Cuando empecé a recorrer los caminos de la vida salesiana, me di cuenta de que Don Bosco vivió y nos transmitió, por inspiración de Dios, un estilo original de vivir y de actuar llamado Espíritu Salesiano. Es un modo de ser, una actitud permanente, una forma de actuar, una perspectiva original desde donde se ve y se interpreta la realidad. Quedé fascinado con la forma de ser de Don Bosco, y sin dudarlo decidí también ser como él.

El Espíritu Salesiano me hizo descubrir que tengo tres grandes amores: Dios, mis hermanos salesianos y los jóvenes.

Dios es mi Rey, es mi Padre y tiene la primacía absoluta. Nada hay más importante que Él. Él es la razón por la cual yo existo. Él me pensó, quiso que existiera, me eligió para ser suyo, y me envió a educar y evangelizar a los jóvenes. Por eso procuro cultivar cada día una íntima unión con Él, pues me doy cuenta de que sin Él no puedo hacer nada.

TM4El 60 aniversario del martirio del salesiano coadjutor Esteban Sándor y su beatificación el 19 de octubre del 2013 en Budapest, Hungría son una gracia para toda la Familia Salesiana. 

Esteban nació en Szolnok, Hungría, el 26 de octubre del 1914, hijo de Esteban Sándor y María Fékete. Fue el primer hijo de tres hermanos. Su padre trabajaba en el ferrocarril, la madre era ama de casa. Ambos transmitieron a sus hijos una profunda religiosidad. Esteban estudió en su ciudad, consiguiendo el diploma de técnico metalúrgico. 

Conoció a Don Bosco a través del Boletín Salesiano. Se sintió atraído por el carisma salesiano. Se hizo aconsejar por su director espiritual. Habló también con sus padres, que le negaron el permiso. Sin embargo, Esteban logró convencerlos y en el año 1936 fue aceptado en el Clarisseum, la casa salesiana de Budapest. 

TM4El 60 aniversario del martirio del salesiano coadjutor Esteban Sándor y su beatificación el 19 de octubre del 2013 en Budapest, Hungría son una gracia para toda la Familia Salesiana. 

Esteban nació en Szolnok, Hungría, el 26 de octubre del 1914, hijo de Esteban Sándor y María Fékete. Fue el primer hijo de tres hermanos. Su padre trabajaba en el ferrocarril, la madre era ama de casa. Ambos transmitieron a sus hijos una profunda religiosidad. Esteban estudió en su ciudad, consiguiendo el diploma de técnico metalúrgico. 

Conoció a Don Bosco a través del Boletín Salesiano. Se sintió atraído por el carisma salesiano. Se hizo aconsejar por su director espiritual. Habló también con sus padres, que le negaron el permiso. Sin embargo, Esteban logró convencerlos y en el año 1936 fue aceptado en el Clarisseum, la casa salesiana de Budapest.