Desde el momento en que la imagen religiosa del hombre ha sido prácticamente destruida, el ser humano se ha convertido en cosa. La dignidad del hombre y de su cuerpo cae así en el olvido más completo.
Si el hombre es un mono especialmente evolucionado, o un trozo de materia orgánica complejamente organizada, ¿por qué debería tener derechos o dignidad? Al perder su base espiritual, la ética se convierte en cuestión de consenso: lo moralmente permitido será aquello en que nos vayamos poniendo de acuerdo.
Ciertamente, serán los poderosos quienes legislen, y dejarán fuera la protección de los más débiles, pequeños o enfermos. Por eso la ley está a favor del aborto y la eutanasia.
Como consecuencia de ello, la ONU reconoce un déficit de 163 millones de mujeres en el mundo (en relación con los varones), debido a los abortos selectivos, sobre todo en India y China que abortaron más mujeres que varones.
Matar un chimpancé es peor que matar a un ser humano que padece enfermedades.
En definitiva, se van dibujando dos alternativas: o el hombre es creado por Dios a su imagen, y por tanto es intocable, o el hombre ha surgido al azar y por lo tanto es manipulable y eliminable a capricho.
La Iglesia Católica ha ido quedándose casi sola en la defesa de la cultura de la vida.
El bombardeo contra los católicos contiene dos falsos argumentos:
- “Los católicos denuncian el aborto, pero crece la pobreza”.
- “Al prohibir el aborto, los católicos solo buscan imponer sus creencias”.
Contra lo primero es fácil recordar las incontables obras sociales mantenidas por la iglesia. Pero ellos dirán: “El asistencialismo no ataca la causa que son las injusticias”. Pretenden, con eso, que la Iglesia abrace la visión izquierdista de los problemas.
Pero la iglesia debe defender la causa de los pobres sin casarse con esta o aquella fórmula político-económica, ya que en este campo es necesario comprender complejas causas, sobre las cuales ni siquiera los expertos se ponen de acuerdo. Y cuando la Iglesia toma partido en estos temas, puede equivocarse.
Pero, en cuanto al aborto, es un tema moral que se puede aclarar con un poco de información científica: Según la ciencia, hay vida en el embrión. Luego el embrión debe ser respetado. No necesitamos saber nada más.
B) LA FAMILIA
La hostilidad contra la familia se puede remontar a Engels en su libro El origen de la familia. Él introduce la lucha de clases entre varón y mujer, en el matrimonio. Pero esa hostilidad se incrementa en los años ’60, una de cuyas tendencias es sobrevalorar cualquier otra cultura, menos la tradicional en Occidente. Lo cual, aplicado a la familia, significa que todos los modelos de familia valen, menos la familia tradicional porque, según ellos, es machista y represiva.
En realidad, los nuevos modelos de familia son ruinas, causadas al abandonar la familia tradicional. El niño necesita un padre y una madre. Se suelen esconder los efectos devastadores del modelo monoparental, o de aquel ‘padre’ que aparece al querer reconstruir la familia sobre una nueva pareja.
Se puede demostrar estadísticamente que la familia tradicional es el lugar ideal para la crianza de los niños. No se cambia esposa como se cambia carro. Pero todo lo que hoy suena a valores absolutos o vínculos definitivos, suena extraño y hay que eliminarlo. El matrimonio no es una cuestión que depende del estado de ánimo. Si usted piensa así, no podrá fundar una familia. En realidad, no podrá sostener ninguna otra cosa seria.
La ley española permite el divorcio a los tres meses de casados, sin necesidad de alegar ninguna causa. Se ha reinstalado el repudio. La gente cree que el amor entre los cónyuges consiste en ‘sentir’ algo, en quererse en sentido sentimental. Cuando uno ya no siente nada, se considera que cada quien debe irse por su lado en busca de un nuevo sentimiento. La entrega personal, el sacrificio, el perdón, la fidelidad que se ha jurado, no entran ya en el plan de vida. (El mismo error se puede cometer al abandonar la religión católica, o la vocación eclesiástica, cosas que tampoco dependen del estado de ánimo).
Cuando la supervivencia de la sociedad depende de que un porcentaje suficiente de gente siga procreando, la paternidad no puede ser considerada simplemente como una opción personal más. El mandamiento dice: ‘Creced y multiplicaos’. En cambio, está muriendo más gente de la que nace. Y la tendencia de los legisladores es quitar todo reconocimiento social a las familias con hijos.
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