Muchas preguntas y respuestas quedan todavía en el misterio. En medio de esto, Dios nos pide que creamos y confiemos en Él. / Fotografía:  Cathopic - Fernanda. Debemos reconocer que ir cada año al santuario del Cristo más venerado es más fácil que cambiar de vida abandonando el vicio y el pecado. Es más fácil asistir a las procesiones que confesarnos y hacer un verdadero propósito de enmienda. Es más fácil recibir la ceniza en la frente el primer miércoles de Cuaresma que abandonar ciertas costumbres arraigadas que no nos permiten comulgar.

Cristo no solo nos enseñó el padrenuestro como modelo de oración, sino que nos dio ejemplo de oración en el Huerto de los Olivos. Su oración se introduce así: ‘Padre, si es posible’. Y concluye así: ‘Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya’. En medio de esa introducción y esa conclusión hay una petición concreta: Aparta de mí este cáliz (el cáliz de la pasión y muerte)’.

¿Qué hay detrás de esta conformidad con la voluntad de Dios?
Uno puede suponer que Jesús pensó: ‘El Padre es poderoso y me ama. Si me pide este sacrificio y si no impide mi pasión y muerte es porque tiene una buena razón. Por lo tanto, esto no puede terminar mal. Lo dejo en sus manos con una confianza total. Por eso Jesús terminó diciendo: “En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu”. Y el Padre lo resucitó y nosotros fuimos salvados.

Se nos sugiere, pues, que también nuestras peticiones a Dios vayan acompañadas por la misma introducción, y la misma conclusión: ‘Si es posible’ y ‘No se haga mi voluntad sino la tuya’.

El Padre escuchó la oración de Jesús cuando lo resucitó, pero no le ahorró beber el cáliz, para nuestra dicha. ‘Pidan y recibirán’ no significa que Dios queda sometido a nuestras peticiones humanas, sino que es capaz de hacer brotar lo novedoso e imprevisto para abrir caminos a la esperanza y a la salvación. Nos tiene preparado algo mejor.

Cristo nos ha redimido pagando por nuestros pecados con su muerte y resurrección. Él no nos prometió hacernos ricos y famosos ni hacernos fácil esta vida. Más bien nos pidió cargar una cruz. En la Biblia, quien prometió riquezas y poder fue Satanás cuando tentó a Jesús, por supuesto que no lo hizo ‘gratis’, sino a cambio de su alma: ‘Todo esto te lo daré si te postras y me adoras’ (Mt 4,9).

En el Padrenuestro, modelo de toda oración, hay 7 peticiones. De ellas, solo una se refiere a bienes materiales: “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Las tres primeras se refieren a honrar la gloria de Dios: “Santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad”. Las tres últimas piden bienes espirituales: “Perdona nuestras ofensas, no nos dejes caer en tentación, y líbranos del maligno.

Muchas preguntas y respuestas quedan todavía en el misterio. Dios no nos pide que lo comprendamos, sino que creamos y confiemos en Él. Digamos, pues:

Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo. Lo acepto todo con tal de que tu voluntad se cumpla en mí y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre. Te confío mi alma, te la doy con todo el amor de que soy capaz. Porque te amo y necesito darme, ponerme en tus manos, sin medida, con una infinita confianza, porque tú eres mi Padre.

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