“Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. Fotografía:  Amor Santo - Cathopic.com Esta visión universal de salvación se remonta al pacto de Dios con Noé y con toda la humanidad (Gn 9,8-17), y en la Alianza de Abraham con la promesa de bendición para todos los pueblos (Gn 12,3 y 18,18). Así fue entendido también por los profetas (Is 24,13-16, etc).

De forma más explícita lo vemos en las obras de Cristo que no se limitan a los judíos (Mt 15,24). Es la visión que Pablo divulgará (Rm 5,18, etc.) y que también vemos en la literatura de San Juan (Jn 1,29, etc.). La visión culmina con la formulación de 1Tm 2,4 en la que se califica a Dios como Salvador de todos: “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”.

De hecho, la Iglesia ha confesado esta voluntad salvífica desde antiguo, enseñando que Cristo no murió solo para salvar a los creyentes sino para salvar a todos.

El Concilio Vaticano II lo formula así:
-En el documento Lumen Gentium: “Todos los hombres están invitados al Pueblo de Dios” (13). “Los que sin culpa suya no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la gracia, hacen la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna” (16).
- En el documento Ad gentes. “La vía para llegar a la salvación se da por caminos conocidos solo por Dios para quienes ignoran el Evangelio sin culpa propia (22).
-En el documento Gaudium et Spes 7.22 añade que Cristo murió por todos y la vocación última del hombre es realmente una, es decir, la divina. En consecuencia, debemos mantener que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, de un modo conocido solo por Dios, se asocien a este misterio pascual.

Esta enseñanza ha sido recogida por el Catecismo de Juan Pablo II (números 846-848 y 1253-1261). También lo expresa la Comisión Teológica Internacional en ‘El cristianismo y las religiones’ (1996) y en ‘La esperanza de salvación para los niños que mueren sin bautismo’ (2007).

Es cierto que, a esta voluntad de Dios, a veces los humanos se resisten. Objetivamente la voluntad salvadora de Dios se aplica a todos, pero, al ser creados libres, la voluntad salvífica de Dios puede ser aceptada o rechazada por cada individuo.

El libro de los Hechos de los Apóstoles 17,27 dice que Dios se puede encontrar incluso a tientas, aunque realmente no está lejos de cada uno de nosotros.

En este texto se habla de la búsqueda instintiva de Dios que realizan todos los humanos (cristianos y no cristianos), a través de los signos que Dios ha dejado en la Creación y en la conciencia moral de todos nosotros. “Dios, en su providencia, no niega la ayuda necesaria a los que, sin culpa, todavía no han llegado a conocer claramente al único Dios, pero se esfuerzan, con su gracia, en vivir con honradez.” (Lumen Gentium, 16).

Lo dicho no invalida la urgencia de la misión, porque, si a los cristianos, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los sacramentos, nos cuesta ser fieles a Dios, ¿cuántos de los que no tienen esa ayuda permanecerán fieles a sus propias conciencias? Además, ¿qué clase de vida llevarían en la tierra, si caminan a tientas en la oscuridad, sin conocer y experimentar el amor de Dios revelado en Jesucristo, y sin saber lo que nos espera después de la muerte?

Artículos relacionados:

Compartir