Desde muy pequeños, los niños descubren en el celular una especie de mundo mágico. Basta con ponerles un video o un juego para que se queden quietos, coman sin protestar o dejen de llorar. Y aunque esto puede parecer un truco útil para calmar ciertos momentos, también plantea una gran pregunta: ¿en qué momento es adecuado que un niño tenga su propio celular?
Según el Lic. Josué Tetedoux, psicólogo educativo de la Escuela Anexa San Juan Bosco de Masaya, Nicaragua, lo más recomendable es que un niño tenga su primer celular entre los 12 y 14 años, cuando ya ha iniciado la adolescencia y comienza a desarrollar mayor independencia, capacidad de reflexión y responsabilidad. Antes de esa edad, su cerebro todavía está en formación y no cuenta con la madurez suficiente para gestionar el uso de un dispositivo que ofrece acceso a contenidos de todo tipo, redes sociales y comunicación sin límites. Esto puede hacer que, sin querer, se exponga a riesgos como el ciberacoso, el contenido inapropiado o incluso la dependencia digital.
Muchos padres piensan que el celular es una herramienta útil para comunicarse o para tener al hijo entretenido, pero el uso sin acompañamiento puede traer más problemas que beneficios. Tetedoux explica que cuando un niño se acostumbra desde pequeño a recibir gratificaciones rápidas por medio de videos o juegos, puede volverse más impaciente, irritable y frustrarse fácilmente en situaciones cotidianas. Además, limita su capacidad para desarrollar habilidades sociales como la empatía, el diálogo y la resolución de conflictos, ya que muchas veces prefiere la pantalla a interactuar con personas reales.
Entonces, ¿qué hacer cuando el niño pide un celular? ¿Cómo poner límites sin causar conflictos? El psicólogo sugiere que no se trata solo de decir “no”, sino de acompañar el proceso, educar y poner reglas claras desde el inicio. Por ejemplo, acordar horarios de uso, evitar que lo lleven al colegio si no es necesario y explicar el porqué de cada norma, dejando claro que no es un castigo, sino una forma de protegerlos. También es importante que los padres den el ejemplo: si los adultos están todo el día conectados, el niño aprende que eso es lo normal.
Alerta a los peligros
Hay señales que pueden indicar una dependencia poco saludable del celular, como cuando el niño se enoja mucho si se lo quitan, ya no se interesa por otras actividades, duerme mal, rinde menos en la escuela o se aísla socialmente. En esos casos, es importante intervenir a tiempo, hablar con él, retomar actividades fuera de las pantallas y, si hace falta, buscar orientación profesional.
El celular, como cualquier herramienta, no es bueno ni malo por sí mismo. Todo depende del uso que se le dé, del tiempo que se le dedique y del propósito con el que se utilice. Cuando se acompaña con criterio educativo y presencia afectiva, el celular puede ser un medio útil para aprender y comunicarse; pero cuando se deja sin límites, puede afectar la atención, el lenguaje, la creatividad y la capacidad de decidir con libertad, recalca el especialista. Por eso, antes de entregar un celular a un niño, es importante distinguir si el niño está listo, si realmente lo necesita y, sobre todo, si como papás están dispuestos a caminar con él en este proceso. Como enseñaba Don Bosco, educar es cosa del corazón; más que un dispositivo, lo que los niños necesitan es presencia, diálogo, buenos ejemplos… y mucho amor.
Recomendaciones para padres
Antes de dar un celular, preguntarse:
- ¿Mi hijo es lo suficientemente maduro?
- ¿Tiene claro para qué lo va a usar?
- ¿Estoy dispuesto a acompañarlo y supervisarlo?
Y si ya tiene uno:
- Usar controles parentales.
- Acordar reglas claras y tiempos de uso.
- Fomentar otras actividades: deporte, lectura, juegos al aire libre.
- Hablar con él sobre los riesgos del internet.
- Observar su comportamiento y estado emocional.
“Desde mi criterio personal y clínico, he observado en la práctica profesional cómo el acceso temprano y sin control al celular puede generar dificultades en el desarrollo socioemocional, alteraciones en el sueño, disminución del rendimiento escolar y problemas en la interacción familiar”. Lic. Josué Tetedoux.