El gran premio de la esperanza: el paraíso de Don Bosco El verdadero salesiano tiene en su corazón y mente la visión del Paraíso como la plenitud de los valores del Evangelio, lo que le genera una alegría constante que transmite a los demás. Esta visión está profundamente arraigada en el espíritu de Don Bosco, quien a menudo mencionaba el Paraíso en sus enseñanzas y en la vida cotidiana de las casas salesianas. Frases como "Pan, trabajo y paraíso" y "Un trocito de Paraíso lo arregla todo" reflejan esta constante presencia del Paraíso en la vida salesiana.

En la casa de Don Bosco, tanto en Valdocco como en Mornese, se vivía un ambiente de alegría y esperanza, apesar de las dificutades. Esta alegría no era una evasión de los problemas, sino una manifestación de la profunda fe, esperanza y caridad que se vivían en cada momento. Incluso figuras como Domingo Savio entendieron que la santidad consistía en estar alegre.

El Paraíso, para Don Bosco, no era una ilusión ni una promesa vacía, sino una realidad concreta que se vivía a través del amor de Dios, la resurrección de Jesucristo y la presencia del Espíritu Santo. Esta visión del Paraíso no era solo un consuelo ante las dificultades, sino la verdadera motivación que daba sentido a la vida y a la vocación salesiana. El objetivo no era simplemente buscar una recompensa, sino vivir en gracia, en amor a Dios y al prójimo, y construir un horizonte de vida orientado hacia la eternidad.

En el contexto actual, la civilización técnica e industrial ha proporcionado muchos placeres superficiales, pero no ha logrado aumentar la verdadera alegría humana, especialmente entre los jóvenes. A pesar de los avances, los problemas de sentido de vida, la angustia y la desilusión siguen siendo prevalentes, como se evidencia en la trágica cifra de suicidios adolescentes. Los jóvenes, a menudo sin adultos significativos, carecen de la capacidad de afrontar los desafíos de la vida, como el sufrimiento, el sacrificio y la fidelidad a los ideales. 

En el espíritu salesiano, el Paraíso no solo es un concepto abstracto, sino un horizonte concreto de vida, que se cultiva a través de la familiaridad con Dios, Cristo, María y los santos. Don Bosco promovió esta familiaridad no solo con Dios, sino también con los santos, como una forma de hacer sentir la presencia de Dios en la vida cotidiana. Así, los salesianos viven en un ambiente que transforma la vida diaria en un reflejo del Paraíso, donde la familia, la alegría y la esperanza son los pilares fundamentales.

La herencia de Don Bosco sigue viva en la espiritualidad salesiana. Sus hijos e hijas espirituales, los Salesianos y las Hijas de María Auxiliadora, continúan su misión educativa en todo el mundo, transmitiendo a las nuevas generaciones la certeza de que cada joven tiene un destino de grandeza. La pedagogía salesiana sigue siendo un faro que ilumina el camino de miles de niños y jóvenes, mostrándoles que, con esfuerzo y fe, pueden alcanzar la felicidad plena.

Así, el "Gran Premio de la Esperanza" no es una utopía lejana, sino una realidad que se construye día a día co amor y la fidelidad a Dios. Don Bosco nos recuerda que la esperanza es la brújula que guía nuestros pasos y que, al final del camino, nos espera el mayor de los regalos: la alegría eterna junto a Dios.

Con María, esperanza y presencia materna

Al concluir esta reflexión, sobre el Aguinaldo 2025, volvemos nuestra mirada a la Virgen María, guía y maestra en la esperanza. Su vida nos enseña que confiar es entregarse plenamente a Dios, tanto en esta vida como en la eternidad.

María nos toma de la mano y nos repite: «Hagan lo que Él les diga», invitándonos a vivir en fidelidad y en la providencia de Dios.

Su presencia materna nos alienta en el camino, recordándonos que Dios siempre cumple sus promesas. En ella contemplamos la esperanza realizada, pues fue asunta al cielo en cuerpo y alma, ensalzada como Reina universal junto a su Hijo, vencedor del pecado y de la muerte.

Con la Virgen María aprendemos a caminar en la fe, sostenidos por su amor maternal y su intercesión constante.

"EL DIAMANTE DEL PREMIO SIMBOLIZA SENTIRSE EN CASA CON DIOS, CRISTO, MARÍA y los santos, experimentando su presencia en un ambiente familiar que transforma la vida diaria en un reflejo del Paraíso".

 

 

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