Partir hacia las misiones… confiando en los sueños Los sueños misioneros de Don Bosco en las décadas de 1870 y 1880 influyeron en su enfoque hacia la misión. Aunque algunos, como monseñor Cagliero, los veían como ideales, otros, como Don Santiago Costamagna y el padre José Fagnano, los consideraban un camino a seguir, instando a la Congregación a hacerlos realidad. El padre Luis Lasagna los interpretaba como una clave para entender la misión salesiana, y Don Alberto María De Agostini seguiría este legado en sus expediciones a Sudamérica en el siglo XX.

Los sueños misioneros de Don Bosco, aunque no predecían el futuro, sirvieron como una guía para la acción dentro del ambiente salesiano. Desprovistos de símbolos complejos, sus sueños contenían referencias claras a elementos como túneles, trenes y aviones, lo que inspiró y motivó a los misioneros salesianos. Estos sueños, al ser verificables en la realidad, marcaron el rumbo de la historia misionera y ofrecieron un programa de trabajo para la sociedad salesiana.

1875: el inicio de la misión

En 1870, a pesar de las tensiones entre la Iglesia y los Estados liberales, se gestaba un esfuerzo evangelizador en América Latina, impulsado principalmente por religiosos. En diciembre de 1874, Don Bosco, a través del cónsul argentino Giovanni Battista Gazzolo, se ofreció a enviar sacerdotes para la Iglesia de la Misericordia en Buenos Aires y aceptó la propuesta de crear un internado en San Nicolás de los Arroyos. Aunque la misión principal de los salesianos era atender a la juventud pobre con catequesis, escuelas y oratorios, no se descartaban otros ministerios. Sin embargo, hasta principios de 1875, las Constituciones Salesianas no mencionaban misiones fuera de Europa.

El 28 de enero de 1875, Don Bosco sorprendió a su comunidad al anunciar que las solicitudes para misiones en Argentina habían sido aceptadas y aprobadas por el Papa Pío IX, presentando así un emocionante proyecto misionero para los salesianos y los jóvenes.

Inmediatamente comenzó una febril preparación de la expedición misionera. El 5 de febrero su carta circular invitaba a los Salesianos a ofrecerse libremente para tales misiones, donde, aparte de algunas zonas civilizadas, ejercerían su ministerio entre “pueblos salvajes esparcidos por inmensos territorios”. Aunque había identificado la Patagonia como la tierra de su primer sueño misionero -donde crueles salvajes de zonas desconocidas mataban a los misioneros y, en cambio, acogían a los salesianos-, tal plan para evangelizar a los pueblos indígenas iba mucho más allá de las peticiones recibidas de América. El arzobispo de Buenos Aires, monseñor Federico Aneiros, ciertamente no era consciente de ello, al menos en aquel momento.

Don Bosco organizó rápidamente la expedición misionera, comunicando al cardenal Alessandro Franchi, Prefecto de Propaganda Fide, que había aceptado dirigir el colegio de San Nicolás como base para las misiones. Aunque recibió algunas facultades espirituales, no obtuvo las subvenciones económicas esperadas, ya que Argentina no era considerada una “tierra de misión”. Sin embargo, Don Bosco destacó la necesidad urgente de misión en la Patagonia y Tierra del Fuego, donde miles de indígenas carecían de presencia religiosa.

Durante la ceremonia de despedida de los misioneros en noviembre, Don Bosco habló sobre la escasez de sacerdotes en Argentina y la misión entre los pueblos originarios de la Pampa y la Patagonia. Su objetivo inicial era trabajar con los emigrantes italianos y establecer la Iglesia en la Patagonia. Años después, Don Cagliero reafirmó que el enfoque debía ser hacia la Pampa y la Patagonia, buscando siempre la educación de los niños pobres y abandonados.

Recomendaciones de Don Bosco a sus primeros misioneros

Antes de que los primeros misioneros salesianos partieran rumbo a América en 1875, Don Bosco les entregó una lista de veinte recomendaciones, impregnadas de espíritu evangélico y de amor por los pueblos a los que serían enviados. Entre ellas, destacan algunas que reflejan el corazón de su misión:

  1. Busquen almas, no dinero, honores ni prestigio.
  2. Traten a todos con caridad y cortesía, pero eviten conversaciones o familiaridades con personas del sexo opuesto o de conducta dudosa.
  3. No hagan visitas si no es por caridad o por verdadera necesidad.
  4. No acepten invitaciones a comer, salvo por motivos muy graves. Y en esos casos, vayan siempre de dos en dos.
  5. Cuiden con especial esmero a los enfermos, niños, ancianos y pobres; así ganarán la bendición de Dios y el aprecio de las personas.
  6. Muestren siempre respeto y deferencia a las autoridades civiles, religiosas, municipales y gubernamentales.
  7. Si se encuentran con alguna autoridad por la calle, salúdenla con cortesía.
  8. Hagan lo mismo con sacerdotes y personas consagradas.
  9. Eviten la ociosidad y las discusiones. Sean sobrios en la comida, la bebida y el descanso.
  10. Amen, respeten y hablen siempre bien de las demás órdenes religiosas. Así se ganarán el aprecio de todos y promoverán el bien de la Congregación.
  11. Cuida tu salud. Trabaja, pero solo en la medida de tus fuerzas.
  12. Que el mundo vea que son pobres en vestido, comida y vivienda, y serán ricos ante Dios y amados por la gente.
  13. Ámense, aconsejense y corríjanse con caridad. No haya envidias ni rencores entre ustedes. El bien de uno debe ser el bien de todos, y sus penas y sufrimientos deben ser compartidos. Esfuércense siempre por aliviarlos.
  14. Sean fieles a sus Reglas y no olviden nunca el ejercicio mensual de la “buena muerte”.
  15. Encomienden cada mañana a Dios sus tareas del día, especialmente las confesiones, las clases, los catecismos y las predicaciones.
  16. Tengan siempre una profunda devoción a la Virgen María y a Jesús Sacramentado.
  17. Recomienden con insistencia a los jóvenes la confesión y la comunión frecuentes.
  18. Para fomentar la vocación sacerdotal, es importante inculcar: el amor a la castidad,
    el rechazo profundo al vicio contrario, la sana distancia de quienes llevan mala conducta, la comunión frecuente, y una caridad expresada con especial ternura y bondad.
  19. En asuntos de conflicto o desacuerdo, es fundamental escuchar a ambas partes antes de emitir un juicio.
  20. Nunca olvidemos que en medio de nuestros trabajos y sufrimientos, nos espera una gran recompensa en el cielo. 

 

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