La Iglesia doméstica: escuela de vida, valores y servicio “La familia es la Iglesia doméstica”, “la familia es la primera Iglesia”, son expresiones que he escuchado desde pequeño y que aprendí mejor en las catequesis sacramentales, y que me quedaron bien grabadas, aunque hoy en día muchos documentos de la Iglesia nos siguen recordando esa dimensión doméstica de la familia, a veces por que nos olvidamos que debemos de tener una especial atención a todo lo referente a la familia desde esta perspectiva. 

Sabemos que la familia es doméstica porque atiende en el día a día a sus miembros, porque está constituida como unidad familiar que comparte los mismos principios, pero que cuando esa dimensión trasciende a lo espiritual, la familia se convierte en un lugar donde se vive y se transmite la fe, el primer encuentro con Dios que es el primer amor ágape y que a lo largo de nuestra vida cristiana vamos a seguir acudiendo a Él en los momentos de resequedad espiritual para fortalecer y vivificar la relación espiritual. 

De los primeros recuerdos que tengo de mi infancia es que cuando se nos enseñaba a orar, mis padres nos decían que nos dirigiéramos a Dios como un padre, como “Papito Dios”, y a la Virgen María nuestra Madre celestial, como “Mamita María”, una manera cercana de relación espiritual. Es en mi familia donde aprendí a rezar el rosario, a orar antes de comer, aunque a veces lo dejábamos de hacer, a orar en familia y agradecer a Dios por todas sus bendiciones, de manera especial en Navidad y Año Nuevo, pidiéndole siguiera siendo el centro de nuestra vida. Y aunque no siempre todo ha sido “color de rosa” hemos aprendido a perdonar y pedir perdón, a servir desinteresadamente y ayudar a los demás, actitudes que reflejan el amor a Dios y al prójimo. También aprendimos a ir a la Eucaristía y a amar el servicio en el altar como Monaguillo.

Recordemos que la familia es la primera escuela de vida, es el lugar dónde vamos aprendiendo los valores humanos que nos ayudarán en las primeras etapas de nuestra vida y a lo largo de ella para ser mejores cada día, para dar lo mejor de nosotros mismos, valores como el respeto, el amor, la responsabilidad, la generosidad entre otros; en este aprendizaje juega un papel importante los valores cristianos que nos ayudan a realmente comprender que Dios está con nosotros, valores que se traducen en virtudes como la fe, la esperanza y la caridad, sin olvidar el servicio y la entrega, y que nos ayudan a formarnos integralmente para, como diría Don Bosco, ser “Buenos cristianos y honrados ciudadanos”.

Lastimosamente hoy en día la sociedad nos presenta a la familia no como ese pilar en nuestra formación humana y cristiana, sino simplemente como un grupo más dentro de un hogar, dentro de una estructura, por eso podríamos decir que no es doméstica esa familia, puesto que no se valora realmente a la persona, ni se le mueve a dar lo mejor de sí, a que pueda seguir creciendo y que vea en las pruebas y las adversidades maestros de vida que les pueden formar integralmente.

El revalorizar la familia es tarea de la sociedad y de la Iglesia, con la ayuda de los padres, ya que ellos juegan un papel muy importante en esta formación. La Lumen Gentium nos dice que “la familia como Iglesia doméstica es el primer lugar donde los hijos son instruidos en la fe a través de la palabra y el ejemplo de los padres”. También el Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que “el hogar es el lugar donde los hijos reciben el primer anuncio de la fe". Esto nos invita a formar en nuestras instituciones educativas y en la Iglesia a los padres para que la dimensión doméstica de la familia siga fortaleciendo los ámbitos de la persona y que juntos en familia lleguen a la Santidad. 

“En la familia… Hemos aprendido a perdonar y pedir perdón, a servir desinteresadamente y ayudar a los demás, actitudes que reflejan el amor a Dios y al prójimo”.

 

El papa León XIV recuerda: la familia transmite la fe

En la homilía del Jubileo de las Familias, en junio de 2025, el papa León XIV recordó que la familia es el lugar privilegiado donde la fe se transmite de generación en generación, junto con la vida misma. Como el pan en la mesa y los afectos del corazón, la fe se comparte en el hogar, formando vínculos de amor y cuidado mutuo. El Santo Padre destacó que la unión familiar refleja el amor de Dios: el Padre que da la vida, el Hijo que la recibe y el Espíritu que la comparte.

El pontífice señaló que de la familia nace el futuro de los pueblos, y que el matrimonio es modelo del verdadero amor: total, fiel y fecundo. La familia, por tanto, se convierte en Iglesia doméstica, escuela de fe.

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