Queremos ser una Iglesia que haga real su opción preferencial y evangélica por las personas empobrecidas y no solo como una doctrina teológica de bellas palabras, sino como una vivencia en su “día a día”.
En este momento histórico, los jóvenes necesitamos una Iglesia proactiva que acoja a jóvenes ya presentes, a jóvenes alejados y sin duda a jóvenes ausentes, porque Dios desea encontrarse con la humanidad y concretamente con la juventud.
Queremos encontrar caminos nuevos para llegar a los jóvenes del siglo XXI, para los que tan irrelevante es la Iglesia. Caminos que nos den pistas para ponernos en marcha para que nuestro lenguaje sea más cercano y entendible, donde seamos una comunidad en salida que acoja a todas las personas sin distinción, donde sea una praxis cotidiana el protagonismo de los jóvenes en nuestras comunidades.
Cuenten con nosotros. Somos jóvenes que queremos formar parte de la construcción de un mundo nuevo, donde cada persona tenga oportunidad de desarrollarse y vivir con la dignidad que Dios tiene soñada para cada uno de nosotros.
Somos jóvenes, y no nos resignamos a ser una generación ignorada y sobrante. Los jóvenes no podemos quedar al margen. Somos el presente, somos la alegría y la fuerza, somos la esperanza que empuja otro mundo posible.
Joven participante en el sínodo