A principios de 1897, la familia Zatti se embarcó rumbo a Argentina. Artémides contaba con 16 años. Un paisaje, una cultura y un lenguaje nuevos reciben a un joven Artémides, un santo que vivió algunos de los sueños y dificultades, nostalgias y alegrías, que vive cada migrante que deja su tierra.

En la segunda mitad del siglo XIX, el sistema social y la estructura agraria italiana sufrieron una fuerte crisis que afectó a los pequeños productores y arrendatarios rurales. El desplazamiento del campo a la ciudad provocado por la industrialización, junto con la concentración de la propiedad rural y el crecimiento de la pobreza, empujaron al campesinado italiano a emigrar a América.

De los 52 millones de europeos que emigraron entre 1830 y 1930, cerca de 11 millones desembarcaron en América Latina: la mayoría provenía del norte de Italia y de España. Casi la mitad, unos 5 millones de italianos, se radicaron en Argentina.

Boretto, un pequeño pueblo campesino sobre el río Po, también sintió el impacto de la crisis agraria. Y la familia Zatti sufrió las penurias económicas. Todos sus miembros, desde muy pequeños, se dedicaron a trabajar en el campo, incluso los niños.

Como el resto de su familia, Artémides llevó una vida pobre de campesinos trabajadores y sacrificados. Y al igual que otros italianos, vieron en “América” una salida. La información de familiares que ya se encontraban en este continente entusiasmaba.

Las cadenas migratorias, las redes de sociabilidad y la identidad étnica y religiosa funcionaban para canalizar noticias, descubrir oportunidades laborales y aprovechar los pocos recursos disponibles. Los amigos y familiares ya residentes en la “tierra promisoria”, daban inicio a estas cadenas. A principios de 1897, la familia Zatti se embarcó rumbo a Argentina. Artémides contaba con 16 años.

 

Vínculos y fe para sentirse en casa


Llegados a América, los inmigrantes italianos, en su inmensa mayoría trabajadores agrícolas, fueron dedicándose a diferentes actividades que les permitieran ganarse la vida, o en el mejor de los casos, conseguir un leve ascenso social. Los Zatti llegaron a Argentina el 7 de febrero y se instalaron en Bahía Blanca, entonces una pequeña localidad del sur de la provincia de Buenos Aires.

El apoyo entre familiares y la solidaridad de las redes sociales, como las sociedades de socorros mutuos y la acción de la Iglesia, propiciaron la inclusión de los migrantes a la vida social, cultural y productiva. Los Salesianos de Don Bosco, muchos de ellos también italianos, favorecieron esa inserción en la sociedad bahiense.

Los Zatti, una familia religiosa, acostumbrada a las prácticas de piedad campesinas, concurrían asiduamente a la parroquia de Boretto. Ya en Argentina, Artémides, como todos sus hermanos, se incorporó a la vida parroquial y pronto se transformó en asiduo participante de las actividades organizadas por los salesianos. En el contacto con ellos nació la vocación religiosa y el deseo de hacerse salesiano.

 

Con el recuerdo de la tierra natal

Los migrantes, incluso incorporados a sociedades “receptivas”, como los Zatti a fines del siglo XIX, experimentaron la pobreza y la incertidumbre. Mientras intentaban mantener los lazos con el pueblo de origen, iban construyendo nuevos vínculos para abrirse camino.
En la vida de Artémides podemos ver su resiliencia ante las adversidades en el nuevo contexto vital: trabajo precario, estudios incompletos, dificultades graves de salud, incertidumbre por el futuro.

Frente a todas ellas pudo reponerse. Finalmente, en 1914 obtiene su “carta de ciudadanía” como ciudadano de la República Argentina. Y recién en 1934, con motivo de la canonización de Don Bosco y por única vez, vuelve a Italia y visita su pueblo natal.

 

Para conocer más sobre la vida de Artémides Zatti 

 

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