Artémides Zatti, llevó a Argentina un tesoro: una vida cristiana sólida Los héroes populares suelen ser personajes poderosos, ricos, bellos, valerosos. También se acostumbra glorificar a los violentos que aplastan a los débiles, a los tramposos, agresivos o estafadores en gran escala.

Nuestra iglesia abunda en héroes y heroínas. Pero de otra categoría. La Madre Teresa de Calcuta no habría calificado en ninguna de las categorías arriba indicadas. Nuestros héroes no roban espacio en los periódicos o películas. Los llamamos santos, santas.

Muchos de nuestros héroes y heroínas pasaron por el mundo casi desapercibidos. No buscaron brillar y ocupar espacio en los medios sociales. Pero sí dejaron una huella perdurable en su paso por este mundo.

Un ejemplo de este extraño mundo de los héroes cristianos es el caso de un pobre campesino que, junto a su familia, tuvo que emigrar de Italia hacia el sur de Argentina en busca de un pedazo de tierra para construir una vida más desahogada.

Nuestro héroe, Artémides Zatti, llevó a Argentina un tesoro: una vida cristiana sólida. En esa nueva patria descubrió otros horizontes. Primero, el contacto vital con los salesianos que allí en la Patagonia, ejercían el oficio de educadores al estilo de Don Bosco.

Ese clima salesiano lo fascinó. Aspiró a ser un continuador de Don Bosco como sacerdote. Al poco tiempo, la enfermedad le cerró ese camino. Pero le abrió otro: coadjutor o salesiano laico. Este nuevo horizonte lo llevaría por el camino del servicio a los pobres afectados por alguna enfermedad seria.

Con esta nueva llamada del Señor, se dedicó al cuidado de los enfermos pobres. No era simple altruismo. Era la imitación de Cristo, quien vino a sanar enfermos de cuerpo y alma. Esta fue la tarea de su vida. Con recursos humildes y mucha bondad y alegría fue construyendo un humilde hospital y asociando colaboradores.

A don Artémides lo identificamos montado en bicicleta recorriendo caminos en busca de enfermos, a quienes curaba más con su bondad y buen humor que con medicinas.

Ese humilde coadjutor salesiano es ahora uno de los millares de santos y santas que enriquecen a nuestra iglesia. Nuestro héroe, que no deslumbra, dado su sencillo estilo de vida, pero que estimula a dedicar nuestra vida en algo más esencial que cosechar aplausos fugaces.

 

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