Sor María Troncatti atiendió con amor y maternidad a mujeres y niños en Ecuador, reflejo de su entrega y cuidado por los más necesitados, signo de su vocación misionera y camino hacia la canonización. (ANS – Roma) – La comisión histórico-espiritual-litúrgica constituida por las Hijas de María Auxiliadora en vista de la canonización de la hermana María Troncatti (1883-1969), prevista para el próximo 19 de octubre, ha elaborado un itinerario para conocer mejor la figura de la beata, su mensaje y su actualidad, partiendo del lema: “Madre, misionera, artesana de paz y de reconciliación”. Gracias a este material, profundizamos e en el primer aspecto evidenciado por el lema para la canonización: la maternidad espiritual de la hermana Troncatti, fruto de su encuentro con Jesús y de su hacerse “auxiliadora” entre la gente.

Su corazón era el de una verdadera madre. Todos los que la necesitaban eran bienvenidos. Sin distinción, Colonos y Shuar encontraron en ella una palabra de consuelo, una mirada maternal, una escucha profunda de sus dificultades. Así como una madre está más atenta al hijo más débil, sor María tenía un ojo de predilección por los más necesitados y desheredados: las mujeres, los niños, los huérfanos, las personas en dificultad eran el objeto de su cuidado. Cuidar a los enfermos, educar y salvar a los niños era su misión. En el curso de su existencia lo había dado todo a los demás y no se había guardado nada para sí misma. Su verdadera riqueza eran sus relaciones con la gente. Ya anciana, como sucede con una madre de verdad, era visitada por sus amados «hijos».

«Ya no puedo trabajar», dijo, «pero estoy feliz de quedarme con mis pobres salvajes: siempre vienen enfermos al hospital, siempre vienen de lejos a visitarme«.

Cualquiera podía encontrar a la querida «abuelita» en el umbral del Hospital «Pío XII» – por ella muy querido – sentada, ahora con las piernas hinchadas, lista para acoger a todos. Como misionera salesiana había aprendido a amar apasionadamente a Cristo, demostrando el mismo amor apasionado en los gestos concretos de cada día a las personas a las que era enviada.

En 1922, en Nizza Monferrato, la joven colegiala Marina Luzzi, ya moribunda, le había anunciado la tierra donde viviría el Da mihi animas cetera tolle. Sor María, que la asistía como enfermera, estaba perpleja, pero a los pocos días recibió la comunicación de Madre Caterina Daghero: sería misionera en la selva ecuatoriana. Las palabras de Don Bosco en la carta de Roma de 1884 marcarían su presencia entre aquellas personas:

«No basta con amar… pero ellos mismos deben darse cuenta de que son amados».

Sor María con su maternidad, con gran humildad, con escucha y bondad amorosa, había conquistado los corazones de todos. Su principal preocupación era aliviar el sufrimiento. No podía permanecer indiferente a ningún tipo de sufrimiento, sino que inmediatamente buscaba ayudar y consolar como «una verdadera madre «.

Es la maternidad que experimentó el joven salesiano Cosimo Cossu, destinatario de la última carta escrita por Sor María en vísperas de su muerte -ocurrida en Sucúa, Ecuador, el 25 de agosto de 1969 a causa de un accidente aéreo- con saludos por su onomástico antes de partir hacia Quito.

«Estoy verdaderamente contento, para mí es un sueño que se ha realizado en un período tan breve –afirma el señor Cossu en la entrevista, con referencia a la ya próxima canonización–. Nunca habría pensado poder ver, en vida, este día en el que la hermana María es puesta por el Señor como ejemplo y guía, maestra para cada uno de nosotros».

Sobre la maternidad de la hermana Troncatti, luego, el salesiano no tiene dudas: «Desde el inicio de su vida apostólica en Ecuador fue una madre para todas las personas que encontró, sobre todo para las más desfavorecidas». Y recordando el incendio intencional sufrido por los salesianos en la misión de Sucúa, añade: «Fue el ángel custodio en el momento más difícil vivido no solo por la misión, sino por toda la población de Sucúa».

El secreto de su santidad, concluye finalmente, estuvo en la capacidad de reconocer el rostro de Jesús en cada persona que encontraba.

El video con la entrevista al señor Cossu está disponible aquí

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