- Por Administrator /
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Mira su Cruz, aférrate a Él, déjate salvar, porque quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Y si pecas y te alejas, Él vuelve a levantarte con el poder de su Cruz.
- Por Administrator /
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La juventud está marcada por sueños que van tomando cuerpo, por relaciones que adquieren cada vez más consistencia y equilibrio, por intentos y experimentaciones, por elecciones que construyen gradualmente un proyecto de vida.
- Por Heriberto Herrera sdb /
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Odebrecht, Panamá Papers, paraísos fiscales, multinacionales, narcotráfico. Nombres que forman parte de una cosmovisión cultural vergonzosa. Pero que son apenas puntas de un inmenso iceberg resistente a todo esfuerzo de legalidad.
- Por Administrator /
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La corrupción es como esos pantanos ‘chupadizos’ que vos pisás y querés salir, y das un paso y te vas más adentro. La corrupción es una ciénaga. Es la destrucción de la persona humana.
- Por Administrator /
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La corrupción:
- Instrumentaliza a la persona humana utilizándola con desprecio para conseguir intereses egoístas.
- Impide la consecución del bien común porque se le opone con criterios individualistas, de cinismo egoísta y de ilícitos intereses de parte.
- Contradice la solidaridad, porque produce injusticia y pobreza.
- Contradice la subsidiaridad porque no respeta los diversos roles sociales e institucionales, sino que más bien los corrompe.
- Va contra la opción preferencial por los pobres porque impide que los recursos destinados a ellos lleguen correctamente.
- Es contraria al destino universal de los bienes.
- Por Administrator /
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La corrupción es un fenómeno que no conoce límites políticos ni geográficos. Está presente en los países ricos y en los países pobres. Se trata de enormes recursos que se sustraen a la economía, a la producción y a las políticas sociales. Los costos recaen sobre los ciudadanos, ya que la corrupción se paga desviando los fondos de su legítima utilización.
- Por Administrator /
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La corrupción desprecia a la persona humana |
- Por Heriberto Herrera /
- 1031
El ser humano es imperfecto. En su corazón se debate lo noble y lo mezquino. Por eso, la convivencia con sus semejantes está plagada de malos entendidos, roces, heridas, agresiones. Es el pan de cada día.
De allí la necesidad de cultivar la buena salud del alma. O sea, sanar las heridas mediante el recurso del perdón.
- Por María Martina Casullo /
- 804
Cuando una persona lastima, hiere o comete una trasgresión que afecta a otra, esa acción crea, de alguna manera, una deuda interpersonal. Perdonar supone en cierta forma su cancelación, proceso que puede concretarse por canales diversos: cognitivos, afectivos, conductuales, psicosociales.
- Por Papa Francisco /
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Cada vez que somos perdonados nuestro corazón renace, es regenerado. Solo cuando somos amados podemos amar a nuestra vez. Si queremos avanzar en la fe, ante todo es necesario recibir el perdón de Dios; encontrar al Padre, quien está dispuesto a perdonar todo y siempre, y que precisamente perdonando sana el corazón y reaviva el amor. Jamás debemos cansarnos de pedir el perdón divino, porque sólo cuando somos perdonados, cuando nos sentimos perdonados, aprendemos a perdonar.
- Por Administrator /
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Una tarea exigente y difícil que Jesús nos propone es perdonar. Instintivamente nos retraemos ante la perspectiva de perdonar a alguien que nos ha hecho daño.
¿Por qué tengo yo que perdonar si soy la víctima? ¿No estará Jesús pidiendo demasiado? ¿No es acaso humillante perdonar? ¿No hago yo el ridículo perdonando al agresor?
- Por Papa Francisco /
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La familia es un gran gimnasio de entrenamiento en el don
y en el perdón recíproco sin el cual ningún amor puede ser duradero.
Sin entregarse y sin perdonarse el amor no permanece, no dura. En la oración que Él mismo nos enseñó —es decir el Padrenuestro— Jesús nos hace pedirle al Padre: «Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden». Y al final comenta: «Porque si perdonan a los hombres sus ofensas, también los perdonará el Padre celestial, pero si no perdonan a los hombres, tampoco el Padre perdonará sus ofensas» (Mt 6, 12.14-15).